īViaje a Svalbardī, Thierry Lombard

Llevo dos décadas asistiendo a Davos. Este año, el British Council invitó a seis adolescentes - de Malawi, Namibia, Estados Unidos y Reino Unido-para tratar las cuestiones que les preocupan. Su expresividad, esperanza y honestidad planteaban su propio desafío. En Davos siempre se habla del futuro: aquí, estaba en persona. Las cuestiones tratadas - la crisis financiera, el VIH/ sida, la emancipación de la mujer, el cambio climático-son asuntos globales a largo plazo que sólo pueden resolverse con cooperación mundial. Con todo, las cumbres pueden parecer competiciones, más que escenarios de colaboración. Asistimos a un enfrentamiento de pequeños intereses mientras que gobiernos, ONGs y grupos de presión pugnan por estar presentes en los medios. Los políticos se turnan en el escenario y responden a un ciclo de noticias que se mide por horas. Después, todos volvemos a nuestras casas.

No es posible enfrentarse al cambio climático o la crisis financiera de forma aislada. Aun así, nacionalismo y proteccionismo aumentan y hay dirigentes que se critican por las respuestas que ofrecen a la crisis. La regulación que ayuda a los bancos con problemas en un país puede ponerles en peligro en otro. Es un sinsentido.

Oímos que estamos en un mundo globalizado plano,pero la forma en que está organizado refuerza los propios intereses, inapropiados para abordar problemas de mayor envergadura. Con iniciativas a corto plazo lo que se hace es desentenderse del asunto. ¿Dónde acaba esto? ¿En Washington? En Davos quedaron patentes las esperanzas en la Administración de Estados Unidos, pero aunque Barack Obama puede ser muy inspirador, es sólo un miembro de esta orquesta. Es necesario que alguien o algo dirija las respuestas del mundo para que se hagan sentir fuera de Estados Unidos y más allá del periodo en el que él ocupe el cargo. ¿Tenemos capacidad de ver más allá de nuestros intereses?

El mundo comercial se reinventa constantemente, pero las estructuras nacionales y supranacionales son creaciones del siglo XIX y la posguerra. ¿Podemos repensar este mundo? ¿Estamos preparados - por ejemplo, los cantones de mi país, Suiza-para ceder parte del control y de nuestros intereses a un ideal de cooperación? En caso negativo, no cumpliremos el desafío que nos han planteado esos jóvenes.

En abril, de camino al Polo Norte con una delegación para el estudio del cambio climático, veré el banco mundial de semillas de Svalbard, zona de hielo permanente donde hay almacenadas 100 millones de semillas de 100 países. Al proteger la biodiversidad asegura la producción de alimento para las generaciones futuras. Esta Arca de Noé de alta tecnología y realmente multinacional es un modelo para el pensamiento sin fronteras que necesitamos. El mensaje de los jóvenes de Davos no podía ser más claro: estamos todos en el mismo barco. Sólo necesitamos comprenderlo y asumir nuestra responsabilidad.

4-III-09, Thierry Lombard, lavanguardia