´El limbo de Facebook´, Susana Quadrado

Fue hace cinco años cuando un chico de Harvard, Mark Zuckerberg, puso en marcha Facebook, una página web donde los estudiantes podían conocer gente, comunicarse y compartir intereses comunes. En ese tiempo, su criatura se ha convertido en un monstruo que crece y crece alimentado por 175 millones de usuarios. La cultura de internet ha dado un giro de 180 grados en sólo cinco años de vida de Facebook, el buque insignia de las redes sociales, porque la gente se ha lanzado a compartir sus identidades reales (¿? ) on line. En cierta forma estamos llevando lo privado al terreno que ocupaba lo público sin pensar que la red tiene cara pero también reverso: nuestros datos son gestionados sin control público. ¿Realmente somos dueños de la información que depositamos en esas redes?

Dos episodios recientes alientan las suspicacias. Veamos. Pese a las restricciones de acceso, las fotos privadas que la joven asesinada Marta del Castillo mostraba en su perfil en Tuenti acabaron saliendo en diarios y televisiones. La orden de la Fiscalía para eliminar la información de Marta llegó tarde. Algunas costuras de Tuenti empezaron a crujir. Con este caso no sólo se puso al descubierto la especial vulnerabilidad de los más jóvenes en internet sino también la falta de privacidad del usuario.

Y es precisamente por este segundo aspecto, el de la privacidad, por el que saltaron chispas en Facebook hace unas semanas, cuando los propios internautas montaron un sonada protesta a los gestores de esta red. Facebook intentó hacerse con el control de toda la información de forma "irrevocable" y "para siempre". Si no llega a ser por la movida que organizó la comunidad virtual, Zuckerberg habría cruzado impunemente la difusa línea que existe entre un modelo basado en la libertad individual (la base, a priori, de las redes sociales) u otro donde el gestor de la red no es neutral sino que controla la información.

Preocupante es también que Zuckerberg, aunque lo negara después, llegara a plantearse reservarse el derecho de utilizar el material de las cuentas con fines comerciales... ¡Menuda tentación la de explotar comercialmente - o facilitar que una empresa lo haga-la valiosísima información que se tiene de uno en la red! Son muchos los negocios que están viendo las posibilidades de una tecnología que amplifica la vieja costumbre del chismorreo al grito de "si una idea vale para ser compartida es que es buena".

No se trata de demonizar las redes sociales y mucho menos de poner puertas al campo, pero tendría que haber un pacto internacional para revisar las leyes sobre privacidad del usuario y el acceso de menores a la red. Eso no excluye la responsabilidad individual o la de los padres: cada cual tiene que ser consciente de que sus decisiones pueden tener consecuencias en el limbo de internet.

5-III-09, Susana Quadrado, lavanguardia