īJordi en la Cuba de las maravillasī, Pilar Rahola

Después de leer el artículo del diputado Jordi Miralles, en La Vanguardia del pasado día 5, he estado a punto de comprar un billete y volar rauda hacia Cuba, para no morirme sin disfrutar de ese paraíso de la democracia verdadera, ese dechado de virtudes solidarias, cuyas nimiedades con los derechos humanos sólo es una anécdota, en la gran categoría de su magnífico régimen. El artículo iba dedicado a Francesc Marc Álvaroy a una servidora, según se ha encargado de afirmar el mismo diputado Miralles en diversos foros, aunque en el artículo solo nos nombraba por los epítetos que nos dedicaba, tergiversadores, excitadores, rasgadores de vestiduras, mentirosos, flageladores de la izquierda verdadera, yuppies dogmáticos, poseedores de estrechas entendederas y, por supuesto, esclavos de nuestro desvarío.

La verdad es que no sé qué me gusta más, si compartir "desvarío" con mi brillante amigo Francesc Marc Álvaro,o estar excluida de la "razón" de este impresionante cerebro de la política que es el sin par líder de la izquierda extrema. Como el texto del ínclito diputado se parecía más al género del panfleto que a un artículo para el análisis, resulta impensable dedicar este generoso espacio a contestarle. Pero tenía una virtud: relucían en él, limpios y puros, algunos de los dogmas de fe más profundos de la izquierda reaccionaria. Y siempre es de agradecer que la falta de ideas elaboradas se supla con la belleza de las simples evidencias.

Veamos, pues, el cuerpo ideológico de esta "izquierda verdadera", que presenta a Cuba como un paradigma social. La primera constatación es su antioccidentalismo, basado en el rechazo al libre mercado y en el desprecio a la concepción occidental de la democracia, a la que intentan denigrar minimizando su virtualidad. Situada Cuba en el mismo plano que cualquier país democrático, la primera se concibe como una "democracia en sentido amplio", y las otras son "democracias disminuidas", y así, por este ojo de la aguja, caben los camellos de la pena de muerte, las represiones policiales, los presos políticos, el mesianismo autárquico y la negación de las libertades fundamentales, libertad de expresión incluida. Dicho en plata, los panfletos de gentes como Miralles se publicarían en Gramma,con honores. Los artículos de Francesc o míos nos habrían llevado a la cárcel. Como los magníficos escritos de Zoé Valdés, y los de tantos otros. Es lo que tiene el sentido amplio de la democracia cubana. Y si el antioccidentalismo define el punto de partida de esta izquierda reaccionaria, la actitud con Estados Unidos e Israel retrata sus odios más patológicos, hasta el punto de convertirlos en pura obsesión. Ninguna de las dictaduras del mundo, desde la caduca dictadura cubana, pasando por Corea del Norte y aterrizando en cualquier tiranía de Oriente Medio, ha movilizado nunca su estruendoso verbo, porque solo les moviliza un antiamericanismo patológico, y un furibundo antiisraelismo. Nada de extrañar en una izquierda heredera de otra gran "democracia verdadera", la que lideró Stalin durante décadas. También debían ser anécdotas sus millones de deportados y asesinados. En definitiva, esta izquierda que nunca ha salido a la calle para gritar contra miles de muertos en Sudán - atontada con la idea de que es solidaria "con el tercer mundo", y con sus dictadores-,tiene tiempo de boicotear la manifestación de unos pobres exiliados cubanos, que protestaban contra la dictadura, en un inequívoco alarde de su concepción de la libertad de expresión. Pura coherencia castrista, sin duda. Todo ello amparado con el acta de diputado de una democracia "disminuida" como la nuestra. Más allá del escándalo de una actitud como esta, en un partido del gobierno, lo que queda es la filosofía de fondo: que los nuevos del viejo comunismo no solo repiten los tics dogmáticos de antaño. También repiten sus prácticas. Ciertamente, si estos son cuerdos, bienvenido el desvarío.

10-III-09, Pilar Rahola, lavanguardia