´Lo que un riñón ha unido´, Martina Klein

Los expertos prevén una primavera muy complicada para los alérgicos, y yo, que en principio no padezco de eso, he notado al salir a dar un paseo por el centro una sensación de repelús sintomático que me advierte que la estación de las flores me va a traer problemas. En lo que duró mi caminata me crucé con tres parejas haciendo test exhaustivo de compatibilidad salivar. Qué asco. Y eso que aún falta una semana.

Al llegar a casa leía en la edición digital que un señor británico de 56 años, de nombre Peter Winters, había desposado a la mujer a la que previamente había donado un riñón. Se conocían desde siempre, sus vidas habían trascurrido paralelas, y en un punto, ambos divorciados de sus respectivos, empezaron a frecuentarse más. La salud de ella peligraba y necesitaba un trasplante de riñón, y lo que empezó como una bromita de te doy el mío,acabó dando positivo en los análisis de compatibilidad, luego vino el quirófano, el postoperatorio cama con cama, y ya se sabe, el roce hace el cariño y se enamoraron. A finales del año pasado contraían matrimonio, y qué bonito es el amor.

Menos mal que, en contrapartida, aún me funciona el malvado espíritu primaveral, que es parecido al navideño pero con diadema de crisantemos, que me hizo recordar otra noticia del reciente mes de enero, que bien podría ser la continuación de la anterior, y que también comienza con una donación de riñón entre enamorados. En este caso el marido y donante le reclamaba el riñón trasplantado a su futura ex mujer durante los trámites de divorcio. Lo quería de vuelta en su organismo o, en caso de que esta rehusase a devolvérselo, una compensación económica por aquella cesión altruista y, en principio, desinteresada, efectuada bajo los efectos narcóticos del amor.

Los intereses vinieron después, cuando la mujer, sólo un año después de haber salvado la vida, y dando saltos de contenta con su nuevo riñón, se enamora de otro, deja al dador y no le permite ver a los tres niños en común más que una vez cada varios meses. La sentencia falló a favor del donante, que quedó compuesto y sin riñón (compuesto con 1,5 millones de dólares).

Supongo que los recientemente esposados del primer caso han leído la noticia de los recientemente divorciados del segundo caso, y tienen el recorte enmarcado y clavado sobre su lecho conyugal como advertencia de lo que sucede cuando el amor se acaba. Teniendo eso en cuenta trabajarán más arduamente para que ambos riñones sigan trabajando juntos aunque en dos cuerpos diferentes, y así no tropezar con la misma piedra, que las piedras del riñón son muy dolorosas (chiste fácil).

En la semana mundial del riñón, que estamos cursando, historias como la primera son una esperanza en muchos sentidos, a pesar de la primavera.

14-III-09, Martina Klein, lavanguardia