ŽLos viajes de Zheng HeŽ, Eugenio Bregolat

El Museo Marítimo de las Atarazanas acoge una magnífica exposición sobre los viajes del almirante chino Zheng He, a principios del siglo XV. Encarezco su visita a quienes deseen profundizar su comprensión de la gran potencia reemergente.

El tercer emperador Ming, Zhu Di, conocido también por Yongle (el de la felicidad eterna), tenía una enorme ambición, que le llevó a acometer magnos proyectos: trasladó la capital de Nanjing a Pekín, donde erigió la Ciudad Prohibida; reconstruyó la Gran Muralla y el Gran Canal, que abastecía de arroz del sur a la capital; y ordenó grandes expediciones allende los mares. Confió estas últimas al almirante Zheng He, un eunuco musulmán. Fueron siete viajes por el mar de China y el Índico, que alcanzaron las costas de Áfricaoriental (hasta Mombasa, en Tanzania), entre 1405 y 1433, con flotas de 30.000 hombres y más de 300 barcos. Los sesenta mayores, los "barcos del tesoro", tenían una longitud de 122 metros y una anchura de 52, con nueve mástiles, y podían transportar 10.000 toneladas. Eran, casi un siglo antes del descubrimiento de América, barcos diez veces mayores que las carabelas de Colón o de Vasco de Gama. La Santa María,la capitana de Colón, medía 36 metros de largo y 8 metros de ancho, tenía tres mástiles y podía transportar 223 toneladas. La tripulación total de las tres carabelas era de 90 hombres.

Los objetivos de las expediciones eran la exploración, el comercio (exportación básicamente de sedas y porcelanas chinas, productos suntuarios cuyo secreto China monopolizaba, e importación de especies, piedras preciosas, minerales y animales exóticos: jirafas, leones, cebras o avestruces) y la diplomacia (una serie de países visitados aceptaron la supremacía del emperador chino a cambio de reconocimiento diplomático, protección militar y derechos comerciales; la flota llevaba y traía embajadores entre esos países y Pekín).

Las expediciones de Zheng He revelan algunas de las claves de la historia de China y del mundo. Primera, la navegación transoceánica no tuvo su origen en Portugal, es decir, en Europa, sino en China. Segunda, la superioridad científica y técnica de China sobre Europa, en aquella época, era abrumadora. Los chinos habían inventado la brújula y el timón, indispensables para la navegación oceánica, así como la pólvora, que alimentaba el armamento de los barcos. La ingeniería naval china llevaba muchas décadas de ventaja a la europea. Tercera, la China de Yongle era, de largo, el país más rico y poderoso del mundo, y tenía una enorme ambición.

Cuarta, China no conquistó ni colonizó los países visitados por sus flotas, ni esclavizó o explotó a sus habitantes, a diferencia de lo que hicimos más adelante los europeos, cuando tenía medios sobrados para hacerlo. Zheng He escribió que "se debía tratar con respeto a las gentes de tierras lejanas". Es obvio que la memoria histórica explica, en parte, por qué hoy los países africanos reciben con los brazos abiertos a China.

Quinta, la empresa de Zheng He cesó abruptamente a causa de luchas intestinas. Se puso fin a las expediciones navales y se dejaron de construir grandes barcos. Si las expediciones hubiesen continuado, China habría doblado el cabo de Buena Esperanza y habría alcanzado el Atlántico. Habría llegado a Europa o, tal vez, se habría encontrado con la expedición de Vasco de Gama. ¿Cuál habría sido su reacción al ver la inmensa flota china? También habría cabido la posibilidad de que los barcos chinos se aventuraran a cruzar el Atlántico y llegaran a América, cosa que ya ocurrió, según el investigador británico Gavin Menzies - teoría rechazada por la mayoría de los historiadores-.

Pero lo cierto es que China se cerró sobre sí misma. Las consecuencias fueron, a largo plazo, funestas: China perdió el tren de la revolución industrial y se vio sometida a un siglo largo de explotación y humillación por los países desarrollados. La lección ha sido aprendida: China tiene hoy una enorme ambición tecnológica y no está dispuesta a perder, a ningún precio, el tren de la revolución de la información.

Sexta, una de las más interesantes referencias de la exposición es la estela de Dronda, levantada en Sri Lanka en 1410 por Zheng He: en ella se da las gracias y se pide protección, en chino, en tamil y en persa, a Buda, Siva y Alá. Un ejemplo inusitado de la tolerancia religiosa de China (el propio Zheng He era islámico) en la época de la Inquisición en Europa y de grandes guerras de religión en Asia.

Séptima, el actual ascenso de China no es más que la reemergencia del país que durante más tiempo ha sido el más rico, civilizado y sofisticado del mundo.

 

16-III-09, Eugenio Bregolat, ex embajador de España en China, lavanguardia