(´Bolonia´:) ´Un tren que se escapa´, Esther Giménez-Salinas

Son tan sólo dos horas de avión las que me separan, pero esta distancia no es nada comparada con el sentimiento de lejanía que siento. Estoy en Praga en unas jornadas de la Asociación Europea de Universidades (EUA), que agrupa a más de 800 universidades. Al llegar, el primer punto de la reunión era Estrategias de la educación europea superior en la nueva década: el proceso de Bolonia 2020,tema que contrastaba profundamente con las imágenes de los estudiantes en las calles de Barcelona. Sin embargo, no voy a entrar aquí en el análisis concreto de los hechos, tan sólo quisiera hacer unas reflexiones a la luz de lo que aquí he escuchado.

La universidad, como otras instituciones, arrastra graves lastres del pasado y por tanto su reforma - con o sin Bolonia-era del todo imprescindible. Para poder cumplir con su triple función - docencia, investigación y transferencia de resultados-tiene que cambiar en profundidad, pero este cambio no puede producirse sin la complicidad de la sociedad. No sirve ya una universidad aislada, endogámica y que afecte sólo a profesores y estudiantes. Quizás cuando su función era sólo docente esto podía justificarse, pero en la era del conocimiento las otras dos funciones están necesariamente unidas al lugar donde pertenece y este es seguramente su gran valor, es ahí donde se puede generar riqueza. Rechazar una universidad abierta, con la participación del tejido social o del sector empresarial, es tanto como decirle que se vuelva a su torre de marfil.

¿Y qué se discute hoy en Europa? Pues la verdad es que ya ni siquiera se habla de la reforma de los planes de estudio, en todo caso preocupa cómo mejorar la estructura ya implantada, cómo convertir los estudios en más competitivosyaumentar la movilidad y la internacionalización, y cómo hacer que más gente tenga la oportunidad de estudiar y que las carreras sean más innovadoras. Se debate cómo aumentar la confianza del sector privado para que se invierta mucho más en investigación, cómo generar riqueza a través del conocimiento y cómo atraer talento, teniendo en cuenta que Europa tiene el 8% de la población mundial y que en el 2015 seremos tan solo el 6% con un especial descenso en el sur. Sin duda investigación y transferencia son las figuras estrella, pues no en vano se apunta ya desde hace algunos años que la innovación es la clave de la competitividad económica en un entorno de competencia global.

Nada sonaba a nuevo, desde luego, es un planteamiento que compartimos muchas universidades, pero era tan diferente del debate público que tenemos en nuestro país, que me vino a la memoria algo que el rector de la Autónoma de Madrid, y presidente de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE), ÁngelGabilondo, escribió hace poco refiriéndose a la resistencia al cambio: "Como lo perfecto no está en nuestras manos, quedémonos como estamos y así quienes lo defienden dicen ser críticos pero son conservadores…".

Y así pensé que todos los sectores implicados deberíamos hacer una cura de humildad, mirar a aquellas universidades europeas que en poco tiempo han conseguido situarse entre las mejores, e intentar por todos los medios que una vez más no se nos vuelva a escapar el tren.

29-III-09, Esther Giménez-Salinas, rectora de la Universitat Ramon Llull, lavanguardia