´Conjeturas sobre una crisis´, M. Dolores García

Quizá la principal arma de un político sea la seducción, la facultad de infundir confianza en sus actos e intenciones. Ese es un capital que Zapatero parece empeñado en dilapidar en los últimos tiempos. Esta crisis de gobierno dirimida entre conjeturas es prueba de ello.

Zapatero jugó a las sorpresas con su último Gabinete, ajeno a la dura crisis que ya asomaba sus fauces. Y ahora recoge los frutos de su futilidad. El Gobierno acusa el desgaste de una situación que requiere pesos pesados para sostenerla.

Aunque el presidente aún no había dicho ayer su última palabra sobre los nombres que se apuntan, sabemos que ha barajado para el nuevo tablero tres fichas principales: Elena Salgado, Manuel Chaves y José Blanco. Conclusión: más poder para el partido. De ser así, Zapatero ya no buscaría la juventud, el feminismo, el independiente de renombre, sino que volvería a la disciplina, al refugio de las siglas. Salgado, candidata a asumir la macrocartera de Economía, es persona de severidad y obediencia, de la confianza de históricos del PSOE. Qué decir de Blanco, dedicado estos años a peinar el partido por toda la geografía española.

Blanco pasaría del aparato a pie de obra a cortar cintas inaugurales allá donde convenga. Una ruta que ya siguió Álvarez-Cascos para el PP.

En cuanto a Chaves, barón de abolengo y presidente del PSOE, su entrada en el Gobierno a vigilar el rebaño de las autonomías es reveladora. El andaluz, superviviente, pasaría del túmulo (político) al tálamo, que diría Tirso de Molina. De estar a un paso del retiro a virrey de la España plural...

También puede ocurrir que nada de esto se materialice. Zapatero prefería dejar el relevo de Solbes y el resto de sustituciones para después de las elecciones europeas para que los malos datos de la economía no ensuciasen demasiado pronto la imagen del nuevo equipo, como si él mismo no confiara en que los cambios puedan ayudar a revertir la situación. La filtración de sus planes puede llevarle a retardar los relevos como forma de reafirmar su autoridad maltrecha. En ese caso, el mal ya está hecho. Lo que era una medida para lograr un fin - un cambio de gobierno para afrontar la crisis-se ha convertido en un fin en sí mismo.

7-IV-09, M. Dolores García, lavanguardia