´En la órbita del retrete´, Màrius Carol

En la Tierra, las relaciones entre Barack Obama y Dimitri Medvedev son más que cordiales, según se comprobó en la reciente reunión del G-20, pero en cambio el trato entre estadounidenses y rusos en el espacio resulta tenso desde aquellos mismos días. El motivo no es otro que la negativa de los astronautas norteamericanos a que el cosmonauta ruso utilice el retrete de la estructura de la NASA en la Estación Espacial Internacional (EEI). La noticia ha sido difundida por el diario ruso Novaya Gazeta,que entrevistó al comandante Guenadi Padalka, tripulante de la expedición 19, que está que se sube por las paredes (de la nave) después de que sus colegas del otro lado del Atlántico no sólo se nieguen a intercambiar viandas, sino que les prohíban usar los aparatos de gimnasia. La tensión ha llegado a su cenit cuando los norteamericanos se han negado a que utilicen su váter, tecnológicamente mucho mejor y más cómodo que el instalado por los rusos.

La discordia es el resultado del afán de la compañía aeronáutica rusa de cobrar por casi todo en el espacio, así que los astronautas estadounidenses empezaron a separar los recursos. El comandante Padalka está dolido por tanta desconsideración de sus socios, pero se diría que aún más por la falta de inversión de los dirigentes de su país en los programas espaciales. De hecho, los módulos que Rusia construyó son de tecnología de los ochenta y en veinte años la industria espacial rusa no ha aportado novedad alguna, así que el sector correspondiente a Roskosmos presenta un retraso tecnológico en algunos casos alarmante. Como el tal Padalka es un tipo duro y curtido en una anterior estancia de seis meses en la EEI y otro medio año en la MIR, parece evidente que sus quejas no son el capricho de un remilgado.

La Estación Espacial Internacional vive una cierta guerra fría por culpa de la mezquindad de las autoridades rusas, que ha tenido como respuesta las prohibiciones norteamericanas, con lo cual estos se han puesto a su altura. Negar el uso de un inodoro es un acto de deslealtad. Occidente ha hecho siempre del váter un espacio público de convivencia e incluso en el imperio romano las casas acomodadas poseían retretes que sus propietarios ofrecían a sus invitados como signo de hospitalidad . Por no citar la época de Luis XIV, cuando se contabilizaron hasta 300 meubles odorants disimulados a modo de pequeñas librerías, que estaban diseminados por el palacio de Versalles para uso de los convidados, quienes veían en esos retretes una muestra de refinamiento y consideración con los huéspedes.

Graham Bell dijo que un diplomático es un señor capaz de convencer a su mujer de que un abrigo de pieles de visión la engorda. Habría que utilizar la diplomacia para explicar a los jerarcas de la NASA que la disputa por un retrete no engranda su figura, sino que simplemente los debilita.

8-IV-09, Màrius Carol, lavanguardia