´Adicciones que creíamos inofensivas´, Mercedes de la Rosa

Ninguno de ellos quiere ser reconocido. Ha sido difícil convencerles de que compartieran sus vivencias, aun asegurándoles una identidad falsa. El silencio de la incomprensión pesa. “La gente se piensa que eres una viciosa, y no es así. La adicción, aunque sea no química, es una enfermedad que te hace sufrir mucho.” Cristina hubiera preferido una patología física que pasar por lo que ha pasado: “Te sientes muy sola, y no puedes contarlo, porque es algo aparentemente muy frívolo”.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada cuatro personas sufre trastornos de conducta relacionados con las nuevas adicciones. Bajo este término, o el de adicciones no químicas, comportamentales o socioadicciones, se agrupan los trastornos que, aun no precisando de sustancias químicas como la droga, el alcohol o un psicofármaco para obtener el anhelado subidón, pueden crear la misma dependencia y provocar consecuencias similares.

¿Dónde está la frontera entre comprar mucho y ser adicto a las compras; entre ser sexualmente activo o sufrir un trastorno de adicción al sexo; cuál es la diferencia entre trabajar largas horas y ser laboradicto, entre hacer ejercicio y ser vigoréxico, entre usar las nuevas tecnologías y ser dependiente? La línea la delimita el uso, la frecuencia, la intensidad, la cantidad de tiempo y el dinero invertido y, sobre todo, el grado de interferencias que estas suponen en las relaciones familiares, sociales y laborales de la persona afectada. Enrique Echeburúa, catedrático de terapia de conducta de la facultad de Psicología de la Universidad del País Vasco, apunta que, en las toxicomanías, la distinción entre drogas duras y drogas blandas es irrelevante; “más que el tipo de sustancia, lo que importa es la dependencia y, en último término, la pérdida de libertad que provoca a la persona”.

Parte del ocultismo que existe alrededor de estas adicciones se sustenta en que no están reconocidas como tales en clasificaciones médicas como el DSM-IV (Asociación Americana de Psiquiatría) o el CIE-10 (OMS), donde se agrupan bajo el término trastornos. El diagnóstico adicción está reservado a las producidas por un abuso de sustancias. Sin embargo, muchos de los profesionales que las tratan están en desacuerdo con la división. “La evolución de estas conductas es igual a la de cualquier adicción química”, explica Javier Gotti, psiquiatra de la unidad de conductas adictivas del hospital Clínic de Barcelona. “Aumentan los niveles de dopamina –neurotransmisor cerebral responsable del subidón–, se da una mayor necesidad de uso, dificultad para controlar la actividad, y al iniciarse un periodo de abstinencia aparecen irritabilidad y malestar, con riesgo de recaída.” Para el director del Centro Específico de Tratamiento y Rehabilitación de Adicciones Sociales (Cetras) de Valladolid, Blas Bombín, es necesario erradicar el prejuicio de que estas son un vicio, mientras que las toxicomanías son una enfermedad, porque las hace todavía más invisibles.

El entorno de Cristina se dio cuenta de que sufría un problema cuando en su empresa descubrieron que había falsificado cheques con la firma del jefe. El incidente destapó que debía 50.000 euros al banco, dinero que se había gastado en ropa y complementos. “Yo sabía que hacía mal; acumulaba muchas deudas, pero, en vez de pagarlas con el dinero que robaba y los créditos que pedía al banco, gastaba más. No podía parar. Nunca pensé en las consecuencias.” Comprar le ayudaba a saciar la angustia que sentía. Visitó a psiquiatras y psicólogos, pero no entendían su problema, y eso le hacía sentirse todavía peor. Cuando llegó a Atención e Investigación de Socioadicciones (AIS) se dio cuenta de que estaba enferma.

Las adicciones no químicas son conductas difícilmente detectables en una primera fase. Al tratarse de actividades socialmente aceptadas, y algunas, como el trabajo o el deporte, incluso bien valoradas, es difícil reconocerlas como tales. “Muchos familiares de adictos no entienden de qué les hablamos”, apunta Vega González, gerente de AIS y terapeuta de Cristina. Algunos signos que pueden dar la voz de alerta entre adolescentes son el abandono de actividades, un bajo rendimiento escolar o el absentismo. Los adultos suelen sufrir alteraciones en el sueño, deterioro físico u obsesión por él, inestabilidad emocional, descenso en la capacidad intelectual e irritabilidad, y mienten con asiduidad. Los afectados llegan a la consulta del profesional tras un episodio que hace evidente el problema. Es frecuente, incluso tras la explosión, que nieguen lo que ocurre. Juan no había salido de su cuarto en meses; no se duchaba, y sólo comía cuando su madre le dejaba la bandeja detrás de la puerta. Vivía enganchado a internet. “No tengo ningún problema. Si quiero, puedo dejar de conectarme”, le dijo a la terapeuta el día que sus padres lograron que dejara su cueva, engañado.

Qué hay detrás
Detrás de una conducta adictiva se esconden rasgos de impulsividad, perfeccionismo, búsqueda exagerada de sensaciones, inseguridad o insatisfacción. Según Rosa Sender, psicóloga especialista en adicción al trabajo, los laboradictos son personas muy activas, con objetivos ambiciosos, toques de hostilidad e impaciencia. Quienes sufren vigorexia
–búsqueda de la perfección corporal gracias al ejercicio– se caracterizan por una alta exigencia y conductas obsesivas. El empecinamiento de Carlos por correr 10 kilómetros diarios para mantenerse en forma casi le cuesta la separación de su mujer. Alto ejecutivo y padre de tres hijos, cada noche, al salir de trabajar, se imponía cumplir su objetivo sin importarle que lograrlo supusiera no ver a su familia. El día que no podía correr, Carlos entraba en cólera y sufría ataques de ansiedad que remediaba doblando la distancia de la carrera al día siguiente. El ultimátum de su mujer y un tratamiento psiquiátrico bajaron la intensidad de su obsesión y la ansiedad que le producía no poder cumplirla.

Los periodos de inestabilidad emocional, dificultades, carencias afectivas o laborales, inseguridad o baja autoestima son rendijas por las que se pueden colar las socioadicciones. Cristina entiende hoy que tras su compulsión se escondían grandes dosis de inseguridad y carencia de autoestima. Acababa de divorciarse y necesitaba sentirse bien y gustar, “creía que comprándome ropa cara lo conseguiría. Idealizas un estatus socioeconómico que no tienes”.
Ramón consumía pornografía para llenar un hueco afectivo tras acabar una relación. “Me sentía vacío emocional y sexualmente, buscaba placer, satisfacción y sentirme reconocido.” José María Farré, neuropsiquiatra especialista en este campo, apunta que una conducta sexual normal se convierte en adictiva cuando el objetivo de la conducta es más la reducción
de un malestar que la obtención de placer. Ramón trataba de calmar su malestar con el sexo, “buscaba placer, pero no lo encontraba”.

Recompensa
Al igual que ocurre con los toxicómanos, los socioadictos también sienten una inmediata sensación de recompensa al realizar la actividad de la que dependen. Sin embargo, con el tiempo, ese momento dura cada vez menos. “Necesitas comprar más y más frecuentemente para saciar la ansiedad y conseguir que tu adicción te satisfaga”, reconoce Cristina, quien llegaba a comprar hasta cinco pares de zapatos a la vez. Es habitual que el adicto acabe consumiendo solo y compulsivamente. La obsesión de Ramón le llevó a imaginarse escenas pornográficas continuamente, a masturbarse varias veces al día frente al espejo y a acumular material pornográfico por su casa. El día que tocó fondo y decidió pedir ayuda, su madre recopiló las películas y las revistas escondidas y le requisó el carnet del videoclub. “Es humillante que con 37 años mi madre tuviera que hacerlo, pero es parte del proceso.” El proceso del que habla consistió en una terapia de catorce meses en Proyecto Hombre, que le desenganchó del sexo y de otras adicciones.

Una de las principales cruces del enfermo durante el trastorno y la recuperación es un hondo sentimiento de culpa por las mentiras y manipulaciones que convierte en habituales para sobrevivir enganchado a su adicción. Jorge robó a su primo pequeño 90 euros que le habían traído los Reyes Magos para pagar la elevada factura del móvil. Era el sexto hurto que realizaba en su familia. Dormía con el aparato debajo de la almohada, lo llevaba al cuarto de baño por si sonaba mientras se duchaba, hablaba durante horas y escribía cientos de mensajes diarios. “Te sientes fatal, no sólo por tu comportamiento, sino porque este te obliga a mentir, pero la adicción es superior a todo.”

Recuperación
A diferencia de la relación de nunca más que se da en los procesos de desintoxicación, es muy difícil que esto ocurra con el trabajo, las compras, el sexo o las tecnologías. “No se pueden prohibir para siempre –aclara la directora de AIS–, el adicto debe ser capaz de normalizar su relación con la actividad, porque esta seguirá en el mismo lugar.” Las terapias refuerzan la autoestima y fomentan la recuperación de las habilidades y las aficiones que se han perdido a causa de la adicción. La recuperación es posible si se produce una previa toma de conciencia y hay voluntad por parte del adicto, así como de su entorno. Cristina contó con su pareja como coterapeuta para lograr desengancharse. Él controlaba todos sus gastos cuando le quitaron, como parte del tratamiento, el dinero y las tarjetas de crédito; sólo llevaba el bono de transporte público y cinco euros para casos de emergencia. Todavía hoy le ayuda a decidir a final de mes qué crédito de todos los que pidió deben cubrir con su sueldo.

Tras un periodo de abstinencia, Ramón ha recuperado una vida en la que el sexo tiene lugar. Ya no lo utiliza para saciar su ansiedad, sino cuando el cuerpo se lo pide. Sabe que un adicto tiene mucho riesgo de volver a serlo, o de caer en otra adicción, por eso se autoimpone prevenciones como bloquear las páginas pornográficas en la red. “Si veo una situación de riesgo, la evito.” Los expertos apuntan a la prevención como punto clave para que se conozca este tipo de trastornos y se frene su aumento. Ciudades como Granada o Madrid ya incluyen, en su plan de adicciones y drogodependencias, políticas para tratar el uso incontrolado de internet, videojuegos y móviles. Dos años de terapia han posibilitado a Cristina pasar por delante de un escaparate y pensar: “Qué bonito, ¿y? No lo necesito”. Hoy sabe que lo que transmite es lo que es, “da igual lo que lleves puesto”. Tienen una voz de alerta: saben que un mal uso, aunque sea de una actividad inofensiva, puede hacerles sufrir mucho.

Cinco riesgos invisibles

Adicción al sexo

Cómo detectarla
El adicto hace del sexo el centro de su vida, aunque sea invisible a su entorno. Suelen tener cambios de humor, ansiedad y dificultad para concentrarse. La adicción no se hace evidente hasta que la situación se deteriora mucho o se da algún episodio que la destapa.
Perfil más frecuente
Buscadores de sensaciones fuertes con un grado de impulsividad alto. La mayoría son hombres, entre los cuarenta y cincuenta años, con algún tipo de insatisfacción, baja autoestima y necesidad de reforzarse mediante el sexo.
Tratamiento recomendado
La recuperación se basa en volver a controlar los estímulos. Se recomienda una terapia psicológica continuada con un especialista. Es muy importante la colaboración de la familia y/o pareja. Tras la rehabilitación, se puede volver a tener una vida sexual saludable.

Nuevas tecnologías
Cómo detectarla
Abandono de las actividades sociales: jugar con amigos, practicar deporte, etcétera. En los jóvenes, desciende el rendimiento escolar y se produce, en muchas ocasiones, absentismo.
Son frecuentes las mentiras, los cambios de humor y la conflictividad.
Perfil más frecuente
La mayor parte de los adictos a videojuegos o chats son jóvenes, varones, de entre 15 y 17 años; mientras que el móvil tiene más adictos entre los jóvenes de 15 a 25 años de ambos sexos.
Tratamiento recomendado
Consultar a un especialista para realizar una psicoterapia cognitivo-conductual. Es necesaria la colaboración de los padres o familiares, e instaurar pautas y pactos para cambiar conductas. 

Adicción al trabajo
Cómo detectarla 
El adicto al trabajo tiende a encontrar placer no tanto en la recompensa al trabajo como en los rendimientos. Quiere controlar todo lo que le rodea –especialmente a las personas– y no realiza otras actividades más que el trabajo (restricción de intereses). No le gusta tomarse vacaciones ni pone ningún interés en la vida familiar, aunque predica que trabaja “para la familia”.
Perfil más frecuente
Hasta hace poco, existían más hombres laboradictos, pero, en los últimos años, se ha alterado el porcentaje. Suelen ser personas activas, controladoras, con conductas agresivas, y frecuentemente descalifican a los demás. Es habitual que hablen en términos de rentabilidad o porcentajes.
Tratamiento recomendado
El laboradicto suele pedir ayuda tras una situación extrema, por lo general, cuando afecta a su salud: infartos, arritmias, etcétera. Además de
visitar a un especialista, es recomendable fomentar actividades que no sean competitivas, pero que ayuden a descargar toda su necesidad de actividad.

Adicción a las compras
Cómo detectarla
Personas con una excesiva preocupación por la imagen; siempre llevan algo nuevo y, si se les resalta, contestan con algo como: “No, pero si esto ya lo tenía”. Mienten y manipulan para conseguir dinero, y acumulan deudas y créditos. Son frecuentes los cambios de humor y la ansiedad si no consiguen comprar.
Perfil más frecuente
El 80% de los adictos a las compras son mujeres que han pasado por un estado depresivo o de insatisfacción. La mayor parte compra ropa, complementos o maquillaje para sentirse mejor. Entre hombres, las compras suelen ser más impulsivas.
Tratamiento recomendado
Consultar con un especialista para seguir una terapia psicológica.
Es necesaria la colaboración de un coterapeuta (familiar o pareja) para que supervise el manejo del dinero y controle los gastos, ya que el enfermo no puede utilizar dinero ni tarjetas de crédito durante un tiempo. Tras recibir el alta, vuelve a tener una vida normal.

Vigorexia
Cómo detectarla
Preocupación excesiva por buscar la perfección corporal practicando ejercicio. Se autoperciben pequeños y débiles, a pesar de que sus cuerpos adquieren una masa muscular poco acorde con su talla y complexión física. Realizan mucho ejercicio físico, hablan frecuentemente de su peso y llevan a cabo dietas ricas en alimentos proteicos para aumentar la musculatura. Algunos consumen anabolizantes o esteroides, lo que a menudo les puede provocar problemas en la función reproductora, depresión o agresividad.
Perfil más frecuente
Es un trastorno más habitual entre hombres con baja autoestima y extremadamente obsesionados por obtener un cuerpo musculoso. Se dedican de forma casi exclusiva a entrenar en el gimnasio y descuidan el resto de los asuntos. Poseen una imagen distorsionada de su cuerpo.
Tratamiento recomendado
Seguir alguna terapia psicológica (a veces, ayudada de fármacos) que consiga modificar la conducta de la persona afectada y refuerce su autoestima. De esa manera se logra disminuir la obsesión por una aceptación del entorno social y por una imagen corporal perfecta, así como la ansiedad que provoca el no conseguirlo.


En busca de ayuda
Atención e Investigación de Socioadicciones (AIS), Barcelona.
933-018-744.
www.ais-info.org

Centro Específico para el Tratamiento
y Rehabilitación de Adicciones Sociales (Cetras), Valladolid.
983-310-317.
www.cetras.es

Proyecto Hombre. 902-885-555.
www.proyectohombre.es

Unidad de conductas adictivas del hospital Clínic, Barcelona.
932-279-970

12-IV-09, magazine