´Víctima de un mal relato´, Salvador Cardús

El relato político en el País Vasco se construye sobre una perversa confusión que hasta ahora ha sido asumida, si no aprovechada, por los principales polos de la confrontación política. Por una parte, están los partidos cuya adscripción nacional es la española. PSE-PSOEy PPson partidos nacionalistas españoles, pero tal calificación queda oculta en la denominación de partidos "constitucionalistas", amparados por la hegemonía jurídica de la única nación digna de tal nombre según la Carta Magna española. Es decir, para los partidos nacionales españoles, presentarse como "nacionalistas" sería una redundancia inútil que no añadiría ninguna especificidad, aunque sí alguna connotación negativa por razones históricas, y pueden sustituir cómodamente el término por "patriotismo". Ambos son partidos patrióticos, y lo que queda en juego es saber quién defiende mejor la nación española, su progreso y, por supuesto, su unidad.

El Partido Nacionalista Vasco (PNV), por su parte, lleva inscrito en su nombre el calificativo en discusión y, por tanto, lo asume como algo distintivo y propio. Aquí, el dato implícito está en que la nación de referencia es distinta de la del PSE-PSOE y el PP, pero sólo está claro en su territorio. El PNV no es más nacionalista que los otros dos partidos, pero la suya es una nación proyecto, en construcción, por decirlo así. Los miembros del PNV son tan patriotas como los del PSE y el PP, aunque de otra patria. Si algún día el País Vasco consiguiera su independencia, el PNV tendría que revisar la oportunidad de su nombre actual, sólo pensable de manera coherente como un desafío en un marco de dependencia.

Al PNV, la confusión de una supuesta confrontación entre constitucionalistas "no nacionalistas (vascos)" y "nacionalistas vascos" (a pesar de respetar el orden constitucional) parece que ya le iba bien a efectos de conseguir un relato electoral que le concedía la exclusiva de la defensa de su nación, dirigido a untargetelectoral moderado, incluso con sectores ideológicamente conservadores a los que el calificativo de "independentista" podría inquietar.

A este mar de confusiones se ha sumado con alegría la izquierda radical abertzale, incluida ETA, ya que al no reconocer el modelo autonomista ni la Constitución como propias, menosprecian al PNV y su posibilismo, mientras consideran que su principal enemigo, y por tanto su verdadero interlocutor, es el Estado español. De manera que también sacan ventaja tanto de la actual vinculación del calificativo de "constitucionalistas" con los adversarios directos, como del de "nacionalistas" con el "regionalismo" de los vascos políticamente tibios, por no usar palabras mayores. Y todos tan contentos.

Naturalmente, si todos los actores políticos, o casi todos, ya están satisfechos con los términos del relato general del conflicto en el País Vasco, no es de extrañar que los medios de comunicación asuman tales denominaciones sin ningún reparo. Desde un punto de vista analítico, es equívoco que se pretenda que el que va a ser el nuevo gobierno vasco pueda considerarse "el primero no nacionalista", si no se completa la expresión como "el primero no nacionalista vasco", dejando claro que será el "primer gobierno nacionalista español". Al fin y al cabo, el pacto contra natura entre PPyPSE-PSOE sólo se explica por el hecho de poner las patrióticas razones de Estado - del Estado español-por encima de las discrepancias ideológicas entre los dos partidos nacionales españoles. Desde una perspectiva española, que se omita el implícito "español" es perfectamente comprensible, aunque no lo es tanto que lo hagan los informativos de TV3 y, en general, los medios de comunicación catalanes, que desde una posición externa a la confrontación podrían - y deberían-usar una terminología imparcial. Pero este es otro tema.

Cuando en las elecciones vascas de 1998 la Brunete mediática - denominación de combate inventada, creo recordar, por Xabier Arzalluz-recurrió al término "constitucionalistas" para intentar derrotar al nacionalismo vasco, en plena tregua con ETA y con un pacto de Lizarra acabado de firmar, la confrontación acabó en derrota de la tal Brunete,que agrupaba, en el plano periodístico, a lo que ahora se ha sumado en el plano político: todo el espectro informativo españolista. Pero cuando diez años más tarde la suma política ha sido posible, el éxito de aquel relato se ha saldado a favor de los supuestos "no nacionalistas".

De manera que quizás sí que al PNV ahora le convenga dar por terminada la confusión sobre quién es nacionalista y quién no, y proponer un relato alternativo que haga más transparentes las posiciones de unos y otros. Especialmente, cuando los principales acuerdos políticos de PSE-PSOE y PP se centran - como no podía ser de otra manera-en las únicas cuestiones en las que pueden estar de acuerdo, es decir, en las de tipo identitario: escuela, lengua y medios de comunicación.

15-IV-09, Salvador Cardús i Ros, lavanguardia