´Réquiem por el litoral´, Susana Quadrado

En la costa de la Comunidad Valenciana está sucediendo algo realmente fantasmagórico pero encarnizadamente real. Y te acercas y te vas, como dice la canción de Serrat. Más bien huyes. Aprietas a correr con el miedo de que tanto atropello urbanístico actúe como la onda expansiva que produce una piedra cuando la lanzas a un mar en calma. ¡Qué le voy a hacer si yo nací en el Mediterráneo! El urbanismo caníbal, sinvergüenza, sigue descuartizando el paisaje. Sin ánimo de molestar, un adiós a la Costa de Azahar no es un hasta luego. Es un hasta nunca. Bravo por el neodesarrollismo. ¿Por qué no seguimos arrasando el territorio, un bien irrecuperable, e hipotecamos el futuro de otras generaciones?

Hoy por hoy, treinta años después de los desmanes de los años 60 y 70, nada ha cambiado. Todo ha empeorado. Vinaròs, Benicarló, Peñíscola, Orpesa, Alcossebre, Cullera, Xàbia, Altea, Elx... El ritmo de construcción ha sido (y sigue siendo, con permiso de la crisis) mucho mayor que en las décadas del desarrollismo. La maquinaria pesada ha continuado surcando todo solar que se ha puesto a tiro, y lo más triste es que sigue prosperando sin oposición el feroz frenesí de construir, construir y construir.

¿Por qué nadie dice ni mu? ¿Dónde están la intelectualidad, los urbanistas, los arquitectos, los naturalistas, ¡los políticos!, los ciudadanos que en los años 80 clamaron contra estas aberraciones? ¿Hacia dónde miran los defensores de las esencias patrias, de la identidad? La respuesta me la da un valenciano: "Aquí todos se han enriquecido de forma rápida y fácil. Pero nadie está ciego. Hay un sentimiento de culpabilidad compartida pero se cubre con un manto de silencio".

La crisis amenaza con matar la gallina de los huevos de oro mientras el litoral se erige en firme candidato a museo de los horrores. Los apartamentos no se llenan en temporada alta ni con el Imserso, los pisos turísticos no se venden ni regalados (tres habitaciones en Benicarló, 100.000 euros) y los esqueletos enladrillados de promociones enteras se exhiben sobre el terreno como metáforas del gran error cometido. Calles sin sol, urbanizaciones sin aire, avenidas paralelas a la playa sin un acceso a la arena en kilómetros... El imperio del todo vale.

El riesgo ahora es que quedan millones de metros cuadrados recalificados y listos para que los construya quien tenga dinero, si puede - y se atreve-.Si no lo hacen ahora, lo harán en unos años. El lobby inmobiliario siempre estará a la altura de las circunstancias..., también algunos alcaldes. Por eso es importante aprovechar el impasse de la crisis para cambiar un modelo que se ha ido engrasando con la especulación y la pasividad, la complicidad - y en demasiadas ocasiones la corrupción-de las administraciones locales y autonómicas. Sin vergüenza, ¡ay, el Mediterráneo!

17-IV-09, Susana Quadrado, lavanguardia