´¿Hay un modelo catalán de cajas?´, Miguel Trias Sagnier

Se ha hablado mucho en las últimas semanas sobre el modelo catalán de cajas de ahorros, que se contrapondría al del resto de España por su mayor profesionalización y su menor sujeción a las influencias políticas. Se ha ofrecido como explicación que la legislación catalana restringe el peso de las entidades locales a un 25%, frente al modelo estatal, que admite una presencia pública de hasta el 50%. Se trata de una simplificación, pues en contra de lo que se ha dicho, ni la legislación catalana constituye un factor diferencial decisivo, ni han faltado aquí injerencias del poder político ni, ami entender, puede hablarse de un modelo catalán de cajas. Sí puede y debe hablarse de una caja de ahorros, La Caixa, que ha servido de modelo a otras y conviene que analicemos los factores clave de su éxito, que a mi entender son dos.

El primero tiene que ver con su estructura de gobierno. Los órganos de gobierno de La Caixa, como todas las cajas, se eligen por un sistema de grupos de interés (lo que modernamente se suele conocer con el anglicismo de stakeholders).En el caso de La Caixa, la ponderación de dichos grupos deja reducida la elección en manos de las administraciones públicas a un 20%, correspondiente a entidades locales. Pero no se trata de un imperativo de la ley catalana, pues al amparo de la misma ley hay entidades que tienen un 50% de sus órganos elegidos por las administraciones públicas (diputaciones provinciales y corporaciones locales), porcentaje superior al de Caja Madrid, que cuenta con un 43% de sus consejeros elegidos por administraciones públicas (Asamblea de Madrid y corporaciones locales). Se trata, pues, de una particularidad de La Caixa, que proviene de su origen privado y se refleja en sus estatutos.

Pero existe un segundo factor, a mi entender todavía más decisivo. Se trata de algo fundamental para entender el relato de los éxitos empresariales y se suele denominar liderazgo. En el caso de La Caixa, este factor es claramente identificable con la figura de Josep Vilarasau, quien supo modernizar la entidad y aglutinar un equipo gestor del máximo nivel que prosigue su obra. Un liderazgo de este cariz no hubiera sido posible sin una cierta inmunidad a la influencia política, atribuible a la estructura de gobierno antes descrita. Aun así, la inmunidad no fue total, pues sin duda recordarán que una decisión personal del entonces presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, puso fin al mandato de Vilarasau a través de una norma en la ley catalana de cajas, introducida con ese propósito expreso. Pero por fortuna la obra era sólida y ha proseguido.

Las lecciones son, pues, dos. En primer lugar, debiera prosperar la iniciativa de limitar el número de consejeros de elección pública aun25% en todas las legislaciones autonómicas de cajas, incluida la catalana, a fin de minimizar la injerencia política. Pero, en segundo, lugar es preciso que el sector sea capaz de atraer profesionales con capacidad y liderazgo, factor clave para que pueda seguir cumpliendo la función social que desarrolla.

21-IV-09, Miguel Trias Sagnier, lavanguardia