´España, capital París´, Germà Bel

Ha emergido con fuerza en las recientes semanas - y en círculos diversos-la opinión de que el Gobierno central no tiene instrumentos adecuados para actuar ante la crisis económica por culpa del Estado autonómico. Este parece ser uno de los argumentos subyacentes en la remodelación de gobierno efectuada en la Semana de Pasión, mensaje político incluido de pasar de "la reivindicación" a "la cooperación". Tales reflexiones y análisis se han acentuado después de la última reunión del G-20 en Londres. Se diría que algunas autoridades y analistas político-económicos quedaron deslumbrados ante los instrumentos a mano de los gobernantes centrales de otros países, y añoran regresar a una situación en la que los órganos centrales del Estado español tengan todo el poder que necesitarían para hacer frente a emergencias como las actuales.

Yo sigo estupefacto ante estos análisis. En la reunión del G-20 en Londres hubo dos posiciones: a) el grupo de los que dan prioridad a aplicar todo el gasto público necesario (y aún más), y b) el grupo que da prioridad a evaluar el efecto de lo ya gastado antes de gastar más, y entre tanto ir modificando la regulación financiera. Ganó este segundo grupo, porque no hay nuevos compromisos de gasto derivados de la reunión del G-20.

Pues bien; el grupo de los partidarios de más y más gasto estaba encabezado por EE. UU., y el de la prudencia fiscal y cambio regulatorio estaba liderado por Alemania. Ya ven; EE. UU. encabeza una de las posiciones, aunque son los estados en EE. UU. los que controlan el IVA, su parte propia del IRPF, y hasta si existe o no la pena de muerte. Y por lo que respecta al liderazgo del otro grupo, en Alemania tienen un Senado netamente territorial que es primera Cámara para muchas leyes, no tienen Ministerio de Cultura (sino Comisionado), y han resuelto bien la participación de los länder en las instituciones de la UE.

Puestos a copiar (que no siempre sale bien), lo que deberían reclamar los partidarios del liderazgo es "más federalismo". Pero el federalismo pasó a mejor vida en España. Lo que subyace en el fondo de aquellas posiciones neocentralistas, probablemente mayoritarias en la sociedad española, es el deseo de rectificar "los excesos" del proceso autonómico, visto como consecuencia de las distorsiones de la transición política y su larga resaca. Al cabo, una distorsión temporal en el largo proceso, ya va para tres siglos, de construir un país como Francia y una capital como París.

Este fue el espíritu con el que los gobiernos de Aznar abordaron la cuestión territorial, y las posiciones del Aznar de la mayoría absoluta han conseguido cierta hegemonía en la política española, sobreviviendo al propio Aznar. No estaría nada mal comenzar a llamar a las cosas por su nombre, aunque sólo sea para entendernos.

24-IV-09, Germà Bel, lavanguardia