´Una heroína contra pequeñas crisis´. Gonzalo Aragonés

La crisis económica en Rusia no está compuesta sólo de momentos de desesperación, de cifras catastrofistas, de pantagruélicas bancarrotas que se comen las fortunas de los oligarcas, o planes de rescate para bancos y el sector del automóvil nacional, devaluación del rublo y descubrimiento de que el buen futuro pasaría por la pequeña y la mediana empresa. Esta y otras crisis en el pasado son también una oportunidad, señalan economistas críticos o no, para las empresas solventes y profesionales. Y también son momentos para descubrir a otros héroes, más anónimos y domésticos que los políticos, los economistas o los agoreros.

No son pocos los rusos, amables y sentimentales cuando las relaciones se hacen cercanas, que recuerdan con nostalgia la crisis del 98. Como nadie tenía nada y poco había que ganar, razonan, era fácil encontrar la ayuda que se necesitaba, muchas veces en el vecino de enfrente. Parece que entonces, sin los petrodólares de esta década, la vida era, si no fácil, sí más sencilla.

En la risueña ciudad de Suzdal, en el turístico Anillo de Oro de la provincia de Vladimir, el diario "Izvestia" ha descubierto a uno de esos héroes anónimos. Se llama Lidia Evseyeva y es una pensionista que con sus conocimientos de números ha solucionado la papeleta a paisanos, empresas e instituciones que sin su sabio lapicero habrían perecido con la llegada de la actual crisis económica.

Evseyeva, que ya supera los 70 años, ya era una pequeña heroína antes de que la crisis se globalizase también en Rusia. Se jubiló en 1992 y desde entonces se ha dedicado a revisar las facturas de conocidos, y de conocidos de conocidos, para ahorrarles unos kopeks. Como trabajó durante años en la Administración Común de la Vivienda, conocía de sobras los servicios que todo el mundo pagaba en la factura de la comunidad aunque no hiciera uso de ellos.

Una escuela de la ciudad vecina de Vladimir pagaba por la ventilación por presión que nunca habían utilizado. El hospital clínico instaló por su consejo contadores para pagar sólo el consumo del edificio y no lo que los funcionarios suponían que consumían. Varios colegios dejaron de pagar el agua como si se tratara de viviendas, que en este concepto gastan mucho más. Y muchos vecinos de Suzdal habrán ahorrado un poquito al no abonar el servicio de la radio, un apartado del Pleistoceno comunista que quedó obsoleto hace décadas.

Las facturas-tipo de los gastos comunales no son especialmente complicadas en Rusia. Incluyen varios conceptos que todo el mundo entiende. El problema es que también entienden que hay que pagarlos, porque hasta que no apareció esta abuela-matemática nadie se preguntaba si realmente habían gastado tanto. La empresa que suministra la calefacción puede decidir aumentar la presión en este soleado mes de abril y luego repercutir ese gasto en el consumidor, aunque éste haya abierto todas las ventanas para no asarse de calor o haya cerrado la espita de los radiadores.

La comunidad que pagan las familias rusas tampoco es muy alta a nuestros ojos: superará con dificultad los mil rublos al mes (unos 22 euros), más luz, gas y teléfono, que tienen facturas separadas. Pero a ojos de los jubilados más apretados, con una pensión de 4.500 rublos, cualquier kopek es una millonada en su crisis particular.

El reportero de "Izvestia" hace un guiño a Dostoyevski y llama a Lidia Evseyeva, creo que con admirativo cariño, la "abuela-porcentaje", porque a sus clientes les cobra un 5 % de lo que consiguen ahorrar (parvularios, gratis). Un precio ridículo para estos, que tienen en la calculadora de doña Lidia su particular heroína en tiempos de crisis.

13-IV-09, Gonzalo Aragonés, blogsLV24horas