caliente “paz frķa“ entre la OTAN y Rusia

Con la firma ayer de sendos tratados entre el jefe del Kremlin, Dimitri Medvedev, y los líderes de Abjasia y Osetia del Sur, Rusia tomó formalmente el control de las fronteras de estas regiones rebeldes con Georgia. El acuerdo, que estará en vigor durante 10 años, da a Rusia la responsabilidad de vigilar las fronteras de estos territorios, incluido el espacio marítimo de Abjasia en el mar Negro. En Georgia se interpreta como un paso más en "la ocupación de estas dos regiones", dijo la secretaria del Consejo de Seguridad de Georgia, Eka Tkeshelashvili. El acuerdo tampoco gusta a la OTAN. Bruselas acusó a Moscú de romper con esta firma los acuerdos de alto el fuego alcanzados con ayuda de la UE y que pusieron fin a cinco días de guerra. Rusia ha acusado a la OTAN y a Georgia de ser quienes no cumplieron lo firmado. Además, ha pedido formalmente a la OTAN que suspenda los ejercicios militares que la semana que viene iniciará en Georgia por considerarlos una provocación. La alianza militar seguirá adelante con ellos, pues asegura que no son agresivos.

La paz fría entre la OTAN y Moscú -como define un diplomático ruso la nueva era de relaciones bilaterales- registró ayer unos cuantos grados a la baja con la decisión de la organización militar de retirar la acreditación a dos funcionarios rusos supuestamente relacionados con un caso de espionaje.

La expulsión se produce un día después de que la OTANy Rusia reanudaran las reuniones entre sus respectivos embajadores, congeladas a raíz de la guerra de Georgia del pasado verano. El Ministerio de Exteriores ruso tachó de "pretexto absurdo" la supuesta relación de dos de sus funcionarios -uno de ellos, hijo del actual embajador de Rusia ante la UE- con el caso de espionaje juzgado en diciembre en Estonia, el más grave del país ex soviético desde la guerra fría. Moscú dudó de la autenticidad de la oferta de la OTAN de reconducir sus relaciones y advirtió que no se quedará de brazos cruzados ante la "burda provocación". Por lo pronto, Rusia asumió ayer el control de las fronteras de las regiones separatistas de Osetia del sur y Abjasia. La OTAN condenó de inmediato este paso pero evitó comentar las razones de la expulsión de los diplomáticos rusos.

El escándalo de espionaje estalló en septiembre del año pasado, cuando un alto funcionario del Ministerio de Defensa de Estonia, Herman Simm, fue detenido y acusado de entregar cerca de 3.000 páginas de información confidencial al Servicio de Inteligencia Exterior ruso (SVR). El caso causó estupor y alarma en la sede de la organización militar en Bruselas, tanto por el acceso que Simm pudo tener a documentos de seguridad interna que afectan a la OTAN como por la evidencia de que las redes de espionaje ruso siguen bien activas, en especial en los países ex comunistas.


Herman Simm

Se cree que en 1995, tras dejar su puesto como jefe de la policía nacional y justo antes de ingresar en el Ministerio de Defensa, Simm fue contactado por los servicios de seguridad rusos. Pronto se convirtió en los oídos y los ojos del Kremlin en Estonia, donde estaba encargado de tareas de seguridad interior y la confidencialidad de las comunicaciones. En el 2001, Simm fue nombrado director de la Agencia de Seguridad Nacional. Tres años después, Estonia ingresó en la OTAN.

Cuentan que, a menudo, Simm comentaba a sus colaboradores que se sentía vigilado. En el 2006 fue apartado de las tareas de seguridad pero continuó trabajando en el ministerio como consejero. Según la Fiscalía, Simm se reunía varias veces al año en ciudades europeas con agentes rusos para transmitirles la información. Fue descubierto a raíz del descuido de uno de sus últimos contactos, se cree que un ruso con pasaporte portugués.

En un intento de recuperar credibilidad ante la comunidad internacional, Tallin no se limitó a depurar responsabilidades internas y llevó el caso ante la justicia ordinaria. Con sigilo, la fiscalía había construido un robusto caso contra Simm con pruebas de sus contactos con el SVR. Un tribunal le condenó en diciembre por transmitir información sensible a agentes extranjeros, sin identificar el país. Obviamente, Moscú siempre ha negado cualquier relación con el estonio.

Simm, de 61 años, se había declarado culpable de traición y confesó que colaboraba con el espionaje ruso antes incluso de que Estonia alcanzara la independencia, en 1991. Actualmente, arruinado por las compensaciones económicas que el Estado le reclama, cumple una doce años y medio de prisión en Estonia.

1-V-09, g. Aragonés/B. Navarro, lavanguardia