´Doble robo´, Ketty Calatayud

De un tiempo a esta parte, se ha hecho habitual en las páginas del Vivir informar sobre la corrupción de funcionarios, cargos políticos y técnicos municipales que supuestamente utilizan su posición para extorsionar a los ciudadanos que tienen locales de ocio o que pretenden abrirlos. Los casos del "pagas o no abres; pagas o cierras" afloran como setas en un bosque de espinosos zarzales que escuece a los grupos políticos pero, lo que es peor, indigna a los ciudadanos, que pueden llegar a sospechar que en la ciudad existe una red subterránea donde corren las aguas fecales del cohecho sin que nadie haya puesto remedio antes que los jueces. Los tentáculos de los casos Saratoga y Riviera han producido un efecto dominó que nadie puede saber hasta donde llegará.

Los abogados se encuentran cada vez con más afectados que habían guardado silencio hasta ahora, convencidos de que nada podían hacer contra este tipo de prácticas de extorsión. Algunos, incluso, se ofrecen para testificar, ignorando que lo que deben hacer ellos es presentar su caso como demandantes. Pero el efecto dominó tiene su lado peligroso, porque también puede dar pie a empresarios sin escrúpulos que pretendan tapar sus irregularidades y desviar la atención con demandas sin fundamento. No todo el monte es orégano y, aunque puede que todavía queden trapos sucios sin destapar enterrados entre los expedientes de los despachos municipales, allí donde alguien se ha creído con licencia para robar, no sería justo poner en duda la honestidad de todos los funcionarios, que en su inmensa mayoría velan por que se cumplan las normativas municipales en beneficio de los ciudadanos. Pero el primero que debe velar por esa honestidad es el propio Ayuntamiento y acudir a los tribunales, como ya ha hecho en algún caso, si tiene pruebas de que alguno ha traspasado la frontera de la legalidad.

El personal municipal no ha sido el único que ha salido escaldado en los escándalos de extorsión y corrupción. Policías, mossos y guardias civiles están implicados en distintas causas abiertas que también han salido a la luz en los últimos meses. Ya se sabe que siempre existe el riesgo de que surja un garbanzo negro, una manzana podrida, pero la solución en estos casos no pasa por lavar los trapos sucios en casa, sino airearlos hasta donde sea necesario para que no quede ninguna duda de que se trata de casos aislados.

El afgano Khaled Hosseini, en su libro Cometas en el cielo,expone en boca del padre del protagonista una curiosa teoría. "Sólo hay un pecado, sólo uno. Y es el robo. El resto de pecados son variaciones del robo. Cuando matas a un hombre, robas una vida. Robas el derecho de su esposa a tener un marido, robas el padre a unos hijos. Cuando mientes, robas el derecho de alguien a saber la verdad. Cuando haces trampas, robas el derecho a la justicia. No hay ningún acto más miserable que el robo".

Robar no es sólo un pecado, es un delito. Roba el que atraca un banco, el que entra en una casa y se lleva lo que encuentra, roba el que asalta con nocturnidad y alevosía en plena calle, roba también el que se aprovecha de su cargo, aunque sea desde los despachos; el político o el presidente que utiliza la visa oro de empresa para pegarse la vida padre o el policía que cae en la tentación y se convierte en un delincuente más. Pero esos robos perpetrados con corbata y uniforme son para mí los peores, porque se llevan el doble: la pasta y la confianza de los ciudadanos, y eso es mucho más difícil de recuperar que un puñado de euros.

1-V-09, Ketty Calatayud, lavanguardia