AFPAK: el huevo (islámico nuclear) de la serpiente

El presidente norteamericano se entrevista hoy y mañana en Washington con sus homólogos pakistaní, Asif Ali Zardari, y afgano, Hamid Karzai, justo en plena ofensiva de Islamabad contra los talibanes en el valle de Swat.

El avance de los soldados pakistaníes sobre el enclave en el noroeste del país para desalojar a los talibanes certifica la ruptura definitiva de la tregua firmada en febrero pasado y muestra la voluntad del Gobierno central de restaurar su soberanía sobre zonas ocupadas por los rebeldes islámicos. Existe el temor de que los combates provoquen un éxodo de un medio millón de civiles.

En vísperas de los encuentros trilaterales en la Casa Blanca con aliados tan frágiles y cuestionados como Zardari y Karzai, varios altos responsables estadounidenses han expresado su profunda preocupación por la fortaleza talibán en Afganistán y en Pakistán. La alarma la dieron el lunes el jefe del Estado Mayor Conjunto, el almirante Mike Mullen, y el consejero de Seguridad Nacional, el general retirado James Jones. En el Congreso, incluso entre los demócratas, hay escepticismo sobre la estrategia de Obama y algunos la comparan a la de Richard Nixon en 1969, que llegó a la presidencia con la idea de salir de Vietnam pero se enfangó aún más en la guerra.

En el trasfondo del miedo estadounidense está el hecho de que Pakistán posee un arsenal atómico - se calcula que tiene entre 60 y 100 bombas-y existe siempre el peligro de que estas caigan en manos de un sector extremista o de la propia Al Qaeda. Obama, en una reciente conferencia de prensa, se mostró confiado en la seguridad del arsenal pakistaní, pero altos funcionarios citados el lunes por The New York Times no están tan convencidos. Se interpretó como una señal de alerta que los talibanes entraran hace poco en el distrito de Buner, a menos de 100 kilómetros de Islamabad. Pakistán ya demostró en el pasado, con la red de venta ilícita de tecnología nuclear montada por A. Q. Jan, que puede ser un peligro mundial de proliferación atómica descontrolada.

El Gobierno Obama se halla en una tesitura muy difícil. Es conocido que no ve con simpatía la continuidad de Karzai y que considera a Zardari un líder demasiado frágil, pero Washington está limitado por la falta de alternativas. El presidente pakistaní - viudo de la asesinada Benazir Bhutto-ha llegado a EE. UU. con un objetivo claro: desbloquear la generosa ayuda norteamericana que viene fluyendo hacia su país desde el 2001. Los norteamericanos temen apostar por un caballo perdedor y por eso han cortejado al principal rival político de Zardari, Nawaz Sharif.

Washington lleva atrapado desde hace años en una maraña de rivalidades étnico-regionales que han hecho de Pakistán un aliado ambivalente en la guerra antiterrorista tras el 11-S. Islamabad siempre vio a los talibanes - nacidos en parte como criatura de los servicios secretos pakistaníes-como instrumento para frenar al gran antagonista histórico, India. La frontera afgano-pakistaní, por otra parte, es una separación artificial - la línea Durand-trazada por el imperio británico en 1893. Aún hoy, el problema afgano-pakistaní (Afgpak en la jerga diplomática) está indisolublemente vinculado al contencioso indo-pakistaní. Por eso en Washington se echa en falta a un cuarto participante, el indio, sin cuyo concurso es casi imposible resolver la complicada ecuación regional.

6-V-09, E. Val, lavanguardia