ŽEl juego de la ocaŽ, Josep Maria Ruiz Simon

Lo contó Pedro Damián en una carta al abad Desiderio de Monte Casino y lo recordaba Georges Duby en su celebrado El caballero, la mujer y el cura.El rey Roberto II de Francia, también conocido como el Piadoso, recibió un castigo divino por haber desposado incestuosamente en segundas nupcias a su prima Berta de Borgoña. De esa unión nació un niño "con cuello y cabeza de oca". Y los capetos pasaron por uno de esos anni horribiles que a veces recorren las casas reales tanto en las monarquías hereditarias como en algunos principados por elección por los pecados contra el matrimonio. Los obispos excomulgaron a la pareja y el rey, que al parecer no gozaba de una popularidad berlusconiana, fue abandonado por todos, salvo por dos pajecillos que se arriesgaban a alimentarle pero echaban al fuego todo cuanto había tocado su mano. Sus penas no hallaron fin hasta que Roberto deshizo el culpable lazo que lo ligaba a Berta para contraer un matrimonio legítimo. Estos fueron los hechos según Pedro Damián, al que la Iglesia venera como santo y distingue como doctor, reconociéndolo así como uno de sus más eminentes maestros en materia de fe. Y así lo recordaba Duby, dejando elegantemente de lado la más célebre de las tesis del asceta de Fonte Avellana, la que afirma que Dios puede cambiar el pasado haciendo que no sea lo que fue y que sea lo que no sucedió.

En el siglo XI, cuando el liderazgo aún no había desaparecido de la faz de Europa, san Pedro Damián fue uno de los creadores publicitarios de la campaña de marketing que lanzó lo que los historiadores suelen denominar la reforma gregoriana de la empresa eclesiástica.

Como ha estudiado Duby, la teología del matrimonio fue una pieza clave para el éxito del plan estratégico que permitió a los papas asentar el dominio del poder espiritual sobre el temporal. Mucho antes de que Sarkozy viniera al mundo para redimir al capitalismo de sus pecados, en una sociedad en la que el concubinato también era costumbre, el matrimonio legítimo ya era, aunque de otra manera, un instrumento político. Las cuentas de resultados de una dinastía dependían de sus fusiones o concertaciones con otras dinastías a través de alianzas matrimoniales establecidas de acuerdo con lo que la política exterior o interior indicaba como el mejor partido. Haciendo y deshaciendo matrimonios se hacían y deshacían las alianzas y con ellas los equilibrios de poder de la cristiandad. En este contexto, Roma encontró el mejor activo en su posición dominante en el sector de la legitimación, que le permitió sacar provecho de la regularización del mercado matrimonial a través de la sacralización del matrimonio y de la redefinición del incesto.

12-V-09, Josep Maria Ruiz Simon, lavanguardia