´En público o en privado´, Miquel Siguan

Hace unas semanas se desató una cierta controversia porque una diputada danesa del Parlamento Europeo dio el pecho a su hijo en pleno salón de sesiones, y ello me ha recordado una anécdota que viví hace muchos años, sería 1944 o 1945, en pleno franquismo, y muchos antes por tanto de que la liberación económica y la apertura y los turistas y el Mayo francés y la píldora cambiasen las costumbres de los españoles. Estaba en Madrid porque sólo en la Universidad de Madrid se podía alcanzar el título de doctor y mi director de tesis me citó en un café de la Gran Vía, llena aquellos años de cafés con mesas de mármol y divanes recubiertos de terciopelo rojo y sillas tapizadas, y en el que nos aposentamos teníamos frente a nosotros lo que parecía una tertulia de altos funcionarios orondos y satisfechos. Y en este escenario entró una gitana, blandiendo en una mano un manojo de participaciones de la lotería y sosteniendo con la otra un churumbel apoyado en la cadera. Pasó por las mesas ofreciendo su mercancía con poco éxito y al llegar a nuestra altura tocó al caballero que estaba en el extremo del diván para indicarle que se apartase un poco; el caballero, sin mirarla, se apretó contra su vecino dejando un espacio en el que la gitana se sentó y, sin que nadie le hiciese el menor caso, empezó a dar de mamar al niño. Mi director de tesis me sonrió diciendo: "Si esto pasa en París o en Berlín, llamarían al loquero".

Nací en Barcelona hace algo más de 90 años y cuando yo era niño las mujeres vestían de un forma notablemente recatada, con las faldas hasta media pierna o un poco más largas y los escotes cerrados. Pero en cambio desde pequeño estaba acostumbrado a que yendo en tranvía una mujer sentada frente a mí con un niño en brazos se descubriese el pecho para darle de mamar. Incluso recuerdo una vez en una iglesia y durante la misa a una mujer a mi lado con el pecho descubierto y un niño agarrado a él. Hoy las cosas han cambiado mucho, la falda puede ser larga o corta o no existir y lo mismo puede decirse del bañador o del bikini o del tanga, y, sin embargo, es menos frecuente ver a una mujer dando el pecho en público. Y no digamos en un Parlamento. ¿Es esto un adelanto o un retroceso? ¿Un signo de independencia o una muestra de una nueva forma de sumisión a la mirada ajena?

18-V-09, Miquel Siguan, lavanguardia