´13, 14, 15, 16...´, Cristina Sánchez Miret

Estos días andamos de acá para allá con el proyecto de ley del aborto y especialmente con la posibilidad de que las niñas de 16 años puedan decidir qué hacer, según su propio criterio y sin contar con los padres, en caso de quedarse embarazadas. El tema es especialmente delicado y las opiniones evidentemente dispares, y los puntos álgidos de la discusión, ami entender, desenfocados.

Abortar ha de ser - lo ha sido y lo es, según más de una confesión pública o privada, para prácticamente todas aquellas mujeres que en un momento u otro de su vida han tenido que tomar esta decisión-algo demasiado difícil y trascendental para hacerlo solas - por otro lado, lo más habitual-o mal acompañadas, y al mismo tiempo para hacerlo ono según uno o más criterios ajenos.

Son las chicas embarazadas quienes tienen que tomar la decisión, y sus repercusiones, sean las que sean, las padecerán básicamente ellas a lo largo de toda su vida; por eso, el apoyo de los padres - a pesar de los desencuentros que supone el trance de la adolescencia en la relación-es fundamental. También debería serlo el apoyo social, en un sentido amplio, y por ello hay que trabajar.

A mí me gustaría una sociedad en la que no hubiera abortos, porque tengo muy claro cuándo empieza la vida, pero nunca me atrevería a juzgar a una mujer que tome esa decisión, sea cual sea la razón por la que lo hace.

Negar la realidad no sirve de nada. Los abortos existen y han existido independientemente de las leyes sobre su regulación; por lo tanto, lo mejor es que se hagan con garantías y que el debate social se centre en cuáles han de ser las mejores condiciones.

Podríamos empezar por discutir cuál es el límite de edad que nos hace responsables de nuestra vida, para poder decidir sobre la vida de otro. Dicen los expertos - y cada uno de nosotros lo sabe una vez pasada la experiencia-que ser adolescente no es nada fácil, yme atrevo a decir que ahora es todavía más difícil, a la luz del desconcierto generalizado que existe sobre las edades y sus límites; y ante la falta de lógica de actos permitidos y prohibidos por ley, que tanto otorgan como niegan la madurez a los 13, los 14, los 15, los 16...