´Europa y abstencionismo´, Francesc Morata

Las elecciones europeas se acercan y crece el temor a la abstención. Tras el posible desinterés ciudadano hay varias cuestiones. La primera se refiere al comportamiento de los partidos, cuyas campañas suelen utilizar a la UE como pretexto, dejando de lado los temas de relevancia europea. Un Eurobarómetro reciente indica que más de un tercio de la ciudadanía europea es sensible a la inseguridad, las cuestiones migratorias y el medio ambiente. A poca distancia, aparecen la crisis energética y los temas sociales. Ahora, la crisis económica y financiera ocuparía el lugar más destacado. Si los partidos no abordan lo que interesa a los ciudadanos en clave europea, estos difícilmente irán a las urnas.

Otro factor negativo es la nacionalización de las elecciones europeas. Veintisiete elecciones, sin partidos genuinamente europeos ni listas transversales, fragmentan la competencia electoral, confinándola al ámbito interno de cada país. El electorado desconoce la oferta de las fuerzas que, más tarde, conformarán los grupos políticos del Parlamento Europeo. De ahí que sienta la tentación de no votar o de hacerlo en clave interna.

El tercer elemento explicativo tiene que ver con la percepción de lo que está en juego. En el ámbito interno, el voto sirve para elegir a una mayoría que, a su vez, elige a un Gobierno. En la UE no es así porque no es una democracia parlamentaria. El Parlamento es una de las dos cámaras legislativas de la Unión. El Consejo de Ministros (los gobiernos) es la otra. En este juego, el Parlamento representa la soberanía popular, no los intereses gubernamentales. Pero no elige a un gobierno, ya que la Unión no lo tiene, sino a la Comisión Europea, cuyos miembros son nombrados por los gobiernos y ratificados (o no) por el Parlamento. La Comisión no refleja pues una mayoría europea, sino la de cada uno de los estados. Esta situación impide que el voto de la ciudadanía se plasme en la formación de un gobierno. Pero el poder decisorio del Parlamento es muy importante. Por tanto, el resultado de las elecciones europeas condiciona las políticas de los distintos niveles de gobierno.

La movilización del electorado se relaciona con la complejidad institucional, pero también con el comportamiento de los partidos. Las cosas estarían mucho más claras si el elector supiera que su voto sirve también para elegir, como mínimo, a quien presidirá la Comisión Europea.

29-V-09, Francesc Morata, director del Institut Universitari d´EstudisEuropeus (UAB), lavanguardia