´A los estudiantes que vi soñar y morir (para nada)´, Joaquín Luna

Ya no me gusta acordarme de vosotros, estudiantes de Pekín, primavera de 1989. Me disteis la historia de mi vida y ahora me toca evocarla. Gilipollas. Vosotros y yo. Quiero olvidar el grito desgarrado de aquella joven que, tal día como hoy, pidió a los cuatro periodistas extranjeros presentes que contásemos al mundo lo que había hecho el PC de China con sus hijos. Sucedió frente a un pequeño hospital al que llegaban heridos y cadáveres. La noche fue bochornosa, interminable y áspera, con la banda sonora de los tanques y los disparos indiscriminados. ¡Os pensábais que cambiaríais el mundo! Incluso yo (misógino, descreído y occidental) lo llegué a pensar cuando, desde finales de abril, seguía vuestro pulso por una patria mejor. Ilusos. No sé dónde guardo la cinta para la frente del Instituto del Teatro que una estudiante me regaló en la plaza de Tiananmen. Sé que está por casa pero no sé dónde. Yo he sobrevivido, vosotros no. Quiero olvidar que la primera alborada bajo la ley marcial -el 20 de mayo-, cuando todos temíamos la represión, me emocioné al oíros cantar La Internacional.Por cierto, alguien me robó la bici y era alquilada. No cambiasteis el rumbo de China, imberbes. En lugar de estudiar y ser gente de provecho.

¿Y qué sería de aquel hombre que la tarde del 4 de junio vio mi cara atónita por la tranquilidad del hospital mencionado? Se limitó a hacer un gesto y se fue. Al fondo de un corredor estaba la morgue, repleta de cadáveres. Un guiño, el último de una primavera en la que no me sentí extranjero en China. Os enviaría al limbo como los que dicen hoy que no fue una matanza. Podría remitir vuestra historia a la hemeroteca del diario, que es digital y gratuita. Y no puedo: os quiero.

4-VI-09, Joaquín Luna, lavanguardia