la pandemia... de la drogadicción con antidepresivos

...el mercado de antidepresivos está en expansión. Los laboratorios que venden somníferos en Estados Unidos están disfrutando de un crecimiento del 7% y los de antidepresivos, del 15%

Este último mercado mueve en España 480 millones de euros, de acuerdo con IMS, creció entre enero y abril a un ritmo del 3% en unidades en el 2009, lo mismo que el año anterior y algo por debajo del 4,2% del año 2007...

Hace 40 años, la palabra "depresión" no se utilizaba referida a un desorden psíquico y se podría decir que esta patología casi no existía. Hoy está a punto de convertirse en la segunda enfermedad más diagnosticada por los médicos de cabecera.

En 1960, las pocas estadísticas médicas que la estudiaban en EE. UU. reportaban 50 casos por millón de individuos; en 1990, 100.000 por millón. Si bien estos estudios epidemiológicos existen desde muchos años antes de que se lanzaran los primeros antidepresivos (los tricíclicos y los IMAOs), la depresión no existía, o mejor, no se diagnosticaba. Con el lanzamiento de Prozac se consolidó un ómnibus de desórdenes nerviosos sin catalogar, se creó un mercado y se le bautizó con el nombre de depresión.

Prozac es una de esas "soluciones en busca de un problema" que cuentan con tanta fuerza que son capaces de crear un mercado y apoderarse de todo el valor que genera. Cuando Eli Lilly consiguió su molécula, prácticamente nadie hablaba de "depresión" y los antidepresivos (nadie los llamaba así) eran tan agresivos que su administración se confinaba a los pabellones psiquiátricos de los hospitales, donde eran administrados por personal sanitario. Los pacientes acudían a los especialistas y declaraban que estaban nerviosos, o que no podían dormir y estos les internaban en manicomios y les administraban desde Valium hasta tricíclicos.

Cuando Lilly descubrió la Fluoxetina, que es el nombre que dio a su principio activo, lo probó para estabilizar la tensión de pacientes hipertensos, donde fracasó. A continuación, probó suerte como remedio antiobesidad. Tampoco ahí dio en la diana. Los cobayas humanos se debieron de quedar gordos como estaban, pero les debió de dejar unas pupilas extrañas y sonriendo, porque al tercer intento, ya en 1971 se dirigió a pacientes con depresiones agudas. Una vez más volvió a ser inefectivo, llegando a empeorar el estado de alguno de ellos. Cuando se llevaron a cabo tests con depresivos leves, los resultados dieron en el clavo. Lilly había encontrado su "problema".

Esta solución se topó además con unas condiciones óptimas rodeando a su problema recién encontrado, a su mercado. En primer lugar la creciente aceptación de la idea de que la raíz de la enfermedad mental era biológica, y que por tanto podía ser tratada con pastillas, como otras condiciones. Los pocos fármacos incumbentes eran adictivos, tenían efectos secundarios incómodos, y su sobredosis era frecuentemente mortal. Pero además, a comienzos de ochenta expiraban sus patentes, por lo que sus laboratorios habían dejado de apoyarlas comercialmente varios años antes, y sus franquicias estaban debilitadas entre los especialistas. Eli Lilly optó además por aprovechar la relajación de la regulación que impedía la publicidad de fármacos éticos para promover Prozac dualmente: al médico y al paciente para que pidiera el producto por marca a su médico. Y además, privilegió al médico de cabecera frente al especialista, al psiquiatra, simplificando su posología y multiplicando el número de médicos que podían prescribir el primer psicofármaco que se comercializaba como un producto de consumo.

La marca Prozac fue diseñada por una agencia de publicidad, eludiendo la convención del sector farmacéutico que utilizaba declinaciones de los nombres de los principios activos, y que resultaba en marcas medicamentosas, de ingrediente - como Fluoxetina, el suyo-,poco comerciales. Prozac sonaba positivo, profesional y efectivo. Un decenio después, cuando había sobrepasado el listón de los 1.000 millones, se había convertido en una marca de culto, que titulaba superventas literarios (los de Lucía Echevarría o Elizabeth Wurtzel), protagonizaba biografías de celebridades (como la de Brooke Shields) o las confesiones en prensa sobre sus recuperaciones y desintoxicaciones milagro.

En su momento álgido, antes de la expiración de su patente, Prozac vendía 2.900 millones de dólares. 54 millones de pacientes de depresión lo habían tomado en el 2001.

Hoy hay un 73% más de adultos y un 50% más de niños tomando psicotrópicos que en 1996. Este crecimiento de los antidepresivos es mucho mayor entre niños de 7 a 12 años (150%) o entre los menores de 6 (580%) o entre los mayores de 65 (200%) Sin embargo, es entre las mascotas (perros y gatos) donde algunos analistas indican que se están produciendo los mayores crecimientos. Los laboratorios (Eli Lilly, o Pfizer, por ejemplo) comercializan medicamentos para la modificación del comportamiento y drogas de estilo de vida específicas para mascotas. La versión de Prozac de Eli Lilly para perros es masticable y sabe a ternera. La "humanización" de las mascotas, la tendencia a verlas como a nosotros mismos promete no sólo que les vamos a hacer compartir con ellos nuestras enfermedades, sino también sus remedios.

Pfizer, uno de los laboratorios que compiten con Lilly en antidepresivos, ha anunciado un programa por el que los proveerá gratuitamente por espacio de un año a pacientes que estuvieran siguiendo un tratamiento de depresión en los últimos tres meses con alguno de sus psicotrópicos, y hayan perdido su empleo.

Esta oferta cubre 70 marcas de Pfizer, en un amplio espectro de patologías. Un gesto inaudito en la historia de la industria farmacéutica. Primero por su generosidad. En segundo lugar, por su ingenio: con esta donación, Pfizer detiene la fuga hacia tratamientos más económicos, o a genéricos, fidelizando a médicos y pacientes. Y finalmente porque reconoce la gravedad de la recesión para un paciente que, a diferencia de aquí, se tiene que pagar sus medicamentos.

7-VI-09, J.L. Nueno, miembro del consejo de administración de varias empresas, ha trabajado en las universidades de Michigan y de Harvard, lavanguardia