´Las relaciones Irán-Occidente´, Fawaz A. Gerges

Una cuestión debe quedar clara desde el principio: independientemente de quién se alce con la victoria en las elecciones presidenciales del 12 de junio, ni la política exterior ni la postura geoestratégica iraníes variarán de forma drástica. Pese a que el presidente es el rostro humano y representante del régimen islámico de Teherán, no es la máxima figura a la hora de la adopción de las decisiones ni el supremo comandante en jefe. Tampoco dispone sobre la guerra y la paz. Su autoridad estriba, por el contrario, en el ámbito interno, en particular en la gestión de la economía y la formulación del recto proceder, además de la transmisión del mensaje de Irán al mundo.

El más poderoso e influyente hombre en el Irán actual es el líder no elegido, el ayatolá Ali Jamenei, asistido por un Consejo de Seguridad Nacional que incluye decenas de dirigentes políticos. Jamenei y el Consejo de Seguridad Nacional son responsables del trazado de la política regional y exterior, incluida la cartera de la cuestión nuclear y las relaciones con las potencias occidentales. Establecen los parámetros generales de la política exterior y la estrategia iraníes y reservan al presidente un margen limitado de maniobra.

No obstante, la personalidad yel discurso del presidente desempeñan un papel importante en las relaciones exteriores de Irán, ya sea para agudizar las tensiones o mejorar las relaciones con la comunidad internacional, como demuestra claramente el contraste entre el estilo de Ahmadineyad, amigo del enfrentamiento, y el de su predecesor Mohamed Jatami, figura de talante más favorable al compromiso. Si bien la retórica agresiva de Ahmadineyad ha causado una renovada ruptura con los países occidentales, el acento de Jatami en el diálogo de civilizaciones y la convivencia fue acogido con satisfacción en las capitales europeas y en numerosos círculos estadounidenses.

La continuidad será el sello distintivo de las relaciones exteriores y el programa nuclear de Irán. Hay consenso entre la élite gobernante, incluidos reformistas y conservadores, en el sentido de que en conjunto la política exterior iraní ha logrado sacar el máximo partido en lo referente a los intereses nacionales del país. Las autoridades iraníes están convencidas de que el actual enfoque de la política exterior se ha granjeado el prestigio y el reconocimiento universal de la República Islámica, país que toman en serio tanto amigos como enemigos.

El país ha conseguido la mayoría de sus objetivos de política exterior: después de tres decenios de enemistad y activa oposición, EE. UU. ha reconocido la legitimidad de la República Islámica y su papel como potencia regional de importancia crucial. La Administración Obama ha dado marcha atrás en el objetivo de su predecesor tendente a un cambio de régimen en Teherán e intenta volver a entablar relaciones de carácter diplomático con los mulás en el poder. En los últimos tres años, en especial, los líderes iraníes han demostrado su peso e influencia regionales en Iraq, Líbano, Palestina, Afganistán y Pakistán, prueba de la aparición en escena de Irán en calidad de importante actor regional. Ninguno de los candidatos presidenciales cuestiona los principios básicos de las relaciones internacionales del país, pese a que los principales contendientes reformistas y conservadores critican la retórica extremista de Ahmadineyad, en particular, la negación del holocausto, que ha irritado a Occidente y ha provocado la condena internacional de Irán.

"El extremismo nos ha perjudicado en gran manera", ha declarado Mir Husein Musavi, una de las figuras reformistas y opositoras a Ahmadineyad en las elecciones. Otro contrincante reformista, el líder espiritual Mahdi Karrubi, ha vapuleado a Ahmadineyad por su postura de confrontación que ha granjeado a Irán más perjuicios que beneficios. "Califica las resoluciones de la ONU de ´papel mojado´... y le crea problemas a Irán; lo malo es que quienes pagan el precio son todos los iraníes", según este ex presidente del Parlamento.

Ambos candidatos reformistas han afirmado que impulsarían una política de distensión con Occidente y estarían dispuestos a reunirse con Obama si tal actitud contribuyera a promover los intereses nacionales de Irán. Sin embargo, ninguno de los principales contendientes reformistas ha propuesto apartarse de las directrices establecidas por el líder supremo Jamenei y el Consejo de Seguridad Nacional.

Preguntado si estaba dispuesto a negociar con Obama después de que Musavi hubiera criticado las tácticas de provocación de Ahmadineyad hacia EE. UU., dijo que ciertamente escuchaba un tono distinto en boca de Obama y que Irán saldría ganando en caso de mantener relaciones de paz y cooperación con las grandes potencias. "Ahora bien - dijo Musavi-,ello no puede ser a costa de nuestros valores y principios. No podemos pagar costes insostenibles para facilitar tales relaciones". Musavi fue primer ministro de 1981 a 1989 con el entonces presidente Jamenei y se halla respaldado principalmente por la élite urbana y formada de Teherán.

Es dudoso que el próximo presidente pueda o esté dispuesto siquiera a revisar este principio estratégico. Irán ha superado abrumadoras presiones y amenazas de parte de EE. UU. y lo cierto es que se ha reconocido la importancia de su papel, sobre todo con respecto a los actuales desafíos planteados en Iraq, Afganistán y el conflicto árabe-israelí.

La guerra global de Bush contra el terrorismo reportó elevados dividendos a la República Islámica. Al derrocar a los talibanes prosuníes en Afganistán - enemigos implacables de Teherán-y al régimen de Sadam Husein en Iraq, de dominio suní, un rival histórico de Irán, la Administración Bush convirtió a Irán en la superpotencia sin rival en el golfo Pérsico. La invasión y ocupación de Iraq por parte de EE. UU. modificó el equilibrio de poder en Bagdad y potenció una coalición chií próxima a Teherán. Irán ha sustituido ahora a Estados Unidos como actor más influyente en la política iraquí.

Irán enarbola actualmente la antorcha del "desafío" y la "resistencia" a la alianza entre EE. UU. e Israel en Oriente Medio; ha invertido un capital considerable en ayuda a movimientos de resistencia en Iraq, Líbano y Palestina como Jaish al Mahdi (la milicia de Moqtada al Sadr), Hizbulah y Hamas.

EE. UU. necesita a Irán para efectuar con garantías una retirada ordenada de sus tropas de Iraq, así como una transición política posterior sin complicaciones. Diplomáticos estadounidenses reconocen que la ayuda de Irán contribuiría a estabilizar un Afganistán asolado por la guerra y reducir las hostilidades en el conflicto árabe-israelí. Al paso que la postura de EE. UU. en la región se ha ido debilitando, Irán ha ido ganando ventaja incrementando además su peso específico mediante el procedimiento de elevar el techo de sus exigencias ante la Administración Obama.

Los diplomáticos y políticos de Irán y de sus países aliados en Oriente Medio con los que me he reunido subrayan que un acuerdo con EE. UU. debe reconocer explícitamente el papel fundamental de Irán en el Golfo y acabar con las actividades tendentes a aislar y debilitar el gobierno de Teherán. Están diciendo, en otras palabras, que Irán debe considerarse un actor clave participante en cualquier solución futura relativa a Iraq, el conflicto palestino-israelí, Líbano y Afganistán. Los líderes iraníes juzgan que su tenacidad y perseverancia les han procurado importantes bazas políticas y estratégicas en un momento en que están en condiciones de extraer el máximo partido de la situación por la conciencia de su elevado significado e importancia. Por todas estas razones, es poco probable que el próximo presidente reconsidere o haga un balance en regla de la política exterior iraní y de su postura estratégica. Como mucho, la comunidad internacional debería aguardar únicamente cambios de menor importancia en las tácticas y el estilo, principalmente si contendientes reformistas como Musavi o Karrubi derrotan al rival conservador.

Un panorama plausible de cambio depende de cómo Jamenei y los mulás afronten la crisis socioeconómica que sufre Irán y de si una aproximación a Occidente es susceptible de juzgarse como un factor ventajoso a la hora de solucionar los acuciantes problemas sociales del país.

 

8-VI-09, Fawaz A. Gerges, de la cátedra Christian A. Johnson sobre Oriente Medio, Sarah Lawrence College, Nueva York. Autor de ´El viaje del yihadista: dentro de la militancia musulmana´, Ed. Libros de Vanguardia, lavanguardia