´Euroelecciones 2009: la responsabilidad de los medios en la abstención´, José Antonio Sacaluga

En las elecciones europeas se ha consumado la autoprofecía cumplida de la altísima abstención: poco más del 46 por ciento. Se confirma, por tanto, la curva declinante desde los primeros comicios, hace treinta años. Las causas de este fenómeno han sido y serán suficientemente analizadas en los medios de prensa y digitales antes y después de la jornada electoral. Pero entre ellas, rara vez leemos alguna referencia a la responsabilidad de los medios de comunicación y, en particular, a los audiovisuales.

Para quienes hemos seguido, como profesionales y como ciudadanos, la evolución del proyecto europeo (mejor dicho: de los proyectos europeos, en plural, que hay varios y muy diferentes), resulta hiriente que los grandes medios, los que llegan a más ciudadanos critiquen con dureza a los dirigentes políticos durante las sucesivas campañas electorales europeas “por no hablar de Europa” y por ventilar sus “querellas domésticas” en estos comicios. Este año lo hemos escuchado nuevamente, en España y en otros lugares.

EL EFECTO CASTIGO

Este reproche podría tener algo de fundamento. Los cuarteles generales de los partidos que están en la oposición en sus respectivos países aprovechan la ocasión para desgastar en las urnas al partido en el gobierno, mejorar sus perspectivas electorales y ensayar estrategias políticas y mediáticas.

Por su parte, las formaciones que afrontan los comicios europeos desde el poder tratan de diluir el efecto castigo, si se encuentran en una coyuntura desfavorable, y apelan a la divisa europea para liberar presión interna; pero si el momento es propicio y su posición se percibe consolidada o susceptible de mejorar, se dejan seducir por la oportunidad de acumular activos para mejorar sus perspectivas electorales internas.

HIPOCRESÍA

Encontramos abundantes ejemplos de este comportamiento en todas las sensibilidades europeas con capacidad para gobernar. Como resulta una práctica común, a los medios les resulta fácil recrear su crítica implícita o explícita a los partidos por este ejercicio de mixtificación política. Sin embargo, este comportamiento supuestamente indecoroso con el proyecto europeo no resultaría rentable o ni siquiera se podría practicar sin la complicidad activa de los medios de mayor impacto.

Un seguimiento siquiera superficial o no exhaustivo permite asegurar que las emisoras de radio y las cadenas de televisión destacan de las pre-campañas y campañas europeas aquellos asuntos más polémicos e incluso escandalosos. Y éstos no son, como es lógico, los que tienen que ver con las distintas opciones de la construcción europea, fenómeno complejo más propio de la reflexión que del enfrentamiento deportivo. Un dirigente político nacional puede hacer múltiples referencias a las distintas políticas europeas en un mitin, en un debate o en una entrevista, pero hay sólo una posibilidad de cada diez que esas valoraciones ocupen los titulares y espacios destacados en los noticiarios audiovisuales. Los responsables de las cadenas siempre han preferido destacar las referencias que esos líderes hagan a asuntos nacionales candentes. Más aún, serán los propios informadores los que busquen el comentario polémico y azucen el rentable juego de las réplicas y contrarréplicas, bien por iniciativa propia, bien a instancia de sus jefes de redacción.

Este comportamiento podríamos calificarlo, sin acritud, de hipócrita. El modelo informativo instaurado en Occidente desde hace más de dos décadas lo propicia y refuerza.

BUSCANDO TITULARES ESTRELLA

Desde los medios se censura y recrimina a los políticos por entregarse a sus querellas internas, al tiempo que no se deja de provocarlos para que no se salgan de la espiral del ruido y el insulto. No hace falta recordar cuáles han sido los asuntos estrella de la campaña en España este año en titulares y pantallazos.

Las instituciones europeas llevan años consumiendo paciencia y dinero en explicar la significación de estas elecciones y en destacar la trascendencia de la composición del Parlamento europeo. Los medios se hacen eco con la boca pequeña de estos intentos en forma de rogatorias, pero se entregan y fomentan el rifirrafe local en cuanto se trata de asignar espacios y minutos.

De esta forma, a la indudable dificultad de los ciudadanos para comprender el alcance y la significación de las opciones europeas se añade la confusión de los mensajes envilecidos y oportunistas. Por poner sólo un ejemplo sencillo, no se ha visto en ninguna cadena de televisión española una explicación sencilla pero clarificadora de cómo están reagrupadas las distintas sensibilidades políticas en los distintos grupos del Parlamento de Estrasburgo. Por supuesto, resulta complejo, por las peculiaridades nacionales. Pero, por eso mismo, se antoja imprescindible hacerlo.

Y si en la campaña cada cual pone de su parte para oscurecer y alejar a los electores del auténtico motivo de la convocatoria, en el posterior suministro y análisis de resultados la falta de responsabilidad europea de los medios se acrecienta y amplifica. Ningún medio coloca por delante el tablero europeo por delante del nacional.

PACTO DE CABALLEROS

Ninguno concede prioridad al análisis continental sobre el local. Sólo lateralmente se hace referencia a la tendencia general. Lo que importa y en lo que se invierta espacio y tiempo es en presentar gráficamente la nueva relación de fuerzas en el estado propio y extraer las consecuencias del futuro político cercano.

Y cuando se distingue o destaca algún comentario del “exterior”, se hace en función de dos criterios que no nos parecen los más adecuados. Uno, el que pretende apoyar el análisis interno con ejemplos exteriores que lo refuercen. El segundo, aún peor, el que busca la referencia personalista y llamativa, (ya se llame Berlusconi o Sarkozy, como ejemplos muy evidentes), más que la significación política que representen.

En definitiva, no estaría de más que partidos políticos y medios de comunicación (insisto: sobre todo, aunque no únicamente, los audiovisuales) llegaran a un pacto de caballeros para centrarse en Europa, en las próximas elecciones de la Unión. Disponemos de cinco años para acordar los términos de ese compromiso. Europa y los ciudadanos saldríamos ganando. Pero no estoy seguro de que ésa sea la principal preocupación de tirios y troyanos en esta película.

11-VI-09, José Antonio Sacaluga