´La crisis de los mulás´, Fawaz A. Gerges

Después del evidente golpe de signo político a cargo del presidente Mahmud Ahmadineyad y sus partidarios durante el fin de semana, los mulás en el poder han echado por la borda todo simulacro de democracia para unirse a las filas de dictadores tradicionales en Oriente Medio.

Los partidarios de la línea dura en Teherán, dirigidos por los Guardianes de la Revolución y los ultraconservadores, han ganado el primer asalto contra los conservadores reformistas, pero a un coste desmesurado, la pérdida del respaldo de la sociedad.

Amplias acusaciones de fraude cuestionan la verdadera legitimidad del régimen de los mulás cimentado en el islam. La crisis electoral ha sacado a la luz una fractura creciente entre el voto de las mujeres y los jóvenes por un lado -el 70% de la población- y una élite gobernante conservadora que ha perdido el contacto con las esperanzas, temores y aspiraciones de los jóvenes iraníes.

El consenso actual, sobre todo entre los votantes jóvenes, indica que al candidato reformista Musavi le han robado los resultados.

Una vez que el ministro del Interior anunció los resultados que señalaban una victoria casi aplastante en proporción de 2 a 1 a favor de Ahmadineyad, miles de jóvenes ocuparon las calles y se enfrentaron a la policía. El escándalo y la incredulidad dieron paso a la cólera y la rabia. El factor que ha echado gasolina al fermento de descontento entre los jóvenes ha sido la convicción de un amplio fraude. "Muerte a la dictadura" y "Abajo el dictador", gritaban los manifestantes aporreados por la policía y las brigadas antidisturbios. Por primera vez, jóvenes iraníes han desafiado a sus opresores y superado su miedo a batirse con la policía.

Los mulás en el poder se enfrentan a una grave crisis sin precedentes en el país. Aunque la situación no amenaza ciertamente su existencia, la crisis corre el peligro de socavar su capacidad de maniobra para gobernar de modo convincente y para impulsar una política exterior viable.

En su primera reacción ante los resultados electorales, Musavi dio en el clavo: "No me rendiré a esta manipulación (…). Las consecuencias de esta función representada por algunas figuras gubernamentales harán peligrar los pilares de la república islámica e instaurarán la tiranía".

La advertencia de Musavi a los mulás en el sentido de que el robo de los resultados debilitaría los fundamentos de su régimen y provocaría su caída, pesará en el rumbo de los acontecimientos ya que él ha sido miembro veterano del núcleo de la revolución islámica y no un intruso.

Musavi es un ex primer ministro que suscita admiración por su modo de llevar las riendas de la economía del país durante la guerra con Iraq en los años 80.

Musavi colaboró estrechamente con Ali Jamenei, entonces presidente y actual líder supremo, con quien chocó en cuestiones relativas a la autoridad y facultades de tipo político. Musavi es miembro del Consejo de Discernimiento de Irán, que media entre el Parlamento y el Consejo de los Guardianes de la Revolución (no electo) que dirige el ayatolá Jamenei.

Al principio, numerosos reformistas se mostraron escépticos sobre las credenciales reformistas de Musavi, temiendo con aprensión que fuera demasiado conservador para su paladar.

Durante la campaña Musavi se esforzó por caracterizar sus propuestas como una prolongación del sistema islámico para desarmar a sus críticos conservadores, negando que fuera el principal candidato reformista, con la esperanza de granjearse el apoyo de conservadores moderados.

De hecho, a medida que avanzaba la campaña, Musavi ganó el respaldo no sólo de un importante segmento conservador, sino también del extraordinario electorado que representan los jóvenes. Su carismática esposa, Zahra Rahnavard, se ganó los corazones de las votantes, que llenaban a rebosar sus mítines.

Durante las últimas dos semanas, la campaña de Musavi cobró fuerza: cada día era más evidente que el panorama estaba cambiando de forma que el voto femenino y joven decidiría el equilibrio de poder en su favor en caso de votar en gran número.

Algunos datos de importancia: en Irán hay 46 millones de personas con derecho a voto, la mitad de ellas mujeres. En 1997, más del 60% de los votos que llevaron al moderado Mohamed Jatami al poder correspondieron a mujeres y, en el 2000, el voto femenino contribuyó decisivamente a la victoria arrolladora a los reformistas en el Parlamento. La promesa de mayores libertades individuales contribuyó decisivamente a las dos victorias aplastantes de Jatami en 1997 y en el 2001.

Indudablemente, si la participación electoral ha sido del 85% como dijo Interior, Musavi debería haber obtenido mejor resultado. Según muchos medios independientes de todo Irán, mujeres y jóvenes han votado en cifras récord, sobre todo en ciudades donde Musavi es muy popular.

Se ha informado de numerosas irregularidades, incluido el hecho de que Musavi perdiera supuestamente en su provincia de origen. Lo cierto es que existe una inquietante divergencia entre los resultados finales y los patrones de voto del electorado iraní durante más de un decenio.

Antes de que Musavi recurriera formalmente el resultado electoral, el líder supremo Jamenei cerró el paso a cualquier posible compromiso. En un mensaje televisado apremió al país a unirse en torno a Ahmadineyad y calificó el resultado de "juicio de Dios". No obstante, el Consejo de los Guardianes de la Revolución - no Jamenei-es la autoridad que ratifica o anula el resultado.

Es reconfortante que Jamenei haya ordenado por fin una investigación sobre las acusaciones de fraude. Es una buena noticia, pero sería una iniciativa más tranquilizadora que el Consejo de los Guardianes de la Revolución ordenara un recuento completo ante observadores internacionales.

Entre tanto Jamenei y Ahmadineyad han echado las culpas a los "enemigos" externos y los "medios de comunicación extranjeros". Pero la crisis es interna.

La Administración Obama ha actuado correctamente al mantener una postura discreta sin interferir directamente en la crisis.

Los resultados contestados de las elecciones muestran que los mulás ultraconservadores no sólo han perdido el contacto con el carácter plural de sus ciudadanos, sino también con la realidad.

¿Se ha quedado la Revolución Islámica sin ímpetu ideológico?

Si los mulás temen a Musavi -alguien del régimen-, deben temer incluso a su propia sombra, circunstancia que lo dice todo sobre el punto en que se encuentra la república islámica y hacia dónde va. Los mulás nadan contra la corriente dominante en su sociedad. Los próximos cuatro años, Irán se sumirá probablemente en un malestar social y político a menos que esta crisis se solucione con claridad meridiana.

16-VI-09, Fawaz A. Gerges, de la cátedra Christian A. Johnson sobre Oriente Medio, Sarah Lawrence College, Nueva York. Autor de ´El viaje del yihadista: dentro de la militancia musulmana´, Ed. Libros de Vanguardia, lavanguardia