´Obama y el eje mediterráneo´, Josep Vicent Boira

Es cierto que es mucho mejor caer en gracia que ser gracioso. Esto pasa también con los proyectos y con las ideas. La mejor de ellas, sin un entorno adecuado, no fructifica y pasa sin afectar a la agenda global de las sociedades en la que se produce. En cambio, si la idea se ve acompañada por un contexto favorable, aquella germina y trepa como las enredaderas por una pared.

Esto ha pasado con el corredor mediterráneo. De repente, los anatemas se han disuelto, las imposibilidades se han suavizado y los obstáculos se han saltado con olímpica ambición. Fruto de ello, los acontecimientos se precipitan en una espiral positiva, en un círculo virtuoso.

Tras la histórica cita de Francisco Camps y José Montilla, a mediados de junio, el conseller Flores (PPCV) se da la mano con el conseller Nadal (PSC) y con dos representantes de las regiones francesas Languedoc-Rosellón y Ródano-Alpes para impulsar el corredor mediterráneo en Europa. Y casi simultáneamente, el ministro José Blanco consigue que el Consejo de Ministros de Transportes de la UE considere prioritario la ejecución del ferrocarril de este corredor, un corredor que, como demostró el informe de la patronal catalana Foment del Treball, es el que, pese a su dinamismo, arrastra un déficit mayor en infraestructuras. En su último número, la revista de la Cámara Oficial de Comercio de Valencia, presidida por el incombustible Arturo Virosque, lanza un editorial con un titular (en realidad, un grito) que resume la situación: "¡El corredor se mueve!". Eppur si muove...

Este eppur si muove debe ser reconocido. Por una vez, las cosas se hacen como se deben hacer: ambición, planificación, estrategia... No era esta la situación hace unos años, cuando hablar del eje mediterráneo era mentar, poco más o menos, el eje Tokio-Roma-Berlín. Pero tras este movimiento del corredor hay algo más que la conjunción favorable de, por una parte, un contexto de crisis que mueve al pragmatismo y a la cooperación y, por otra, unos partidos políticos (desde el PP hasta el Bloc, CiU y el PSOE) que entienden las necesidades estratégicas en tiempos difíciles. Hay una nueva concepción del territorio que ha tenido que ser Barack Obama quien nos la explique.

Mucho se ha hablado, y con orgullo patrio, de la visita de los enviados del presidente Obama a España para observar con detalle el AVE Madrid-Sevilla. La idea de la Administración estadounidense es importar este modelo y bien está que se sepa. Pero lo que no se ha dicho es lo que hay detrás del mapa de ferrocarriles que Obama quiere impulsar en EE. UU. Y lo que hay no es otra cosa que otro mapa: el mapa de las megarregiones. Los estadounidenses entienden las infraestructuras como líneas de sutura, como ejes de concentración de flujos y movimientos superpuestos y al servicio de los grandes conjuntos interregionales que se articulan en aquel país. Al menos se pueden contar diez u once megarregiones que agrupan a diferentes estados de la Unión en conjuntos de entre diez y cincuenta millones de personas y que constituyen la nueva geografía americana. Megarregiones entendidas como el ámbito de cooperación entre los gobiernos locales y el escenario de proyección de infraestructuras y de ordenación territorial de la autoridad federal. Sería una buena cosa que José Blanco devolviera la visita de su homólogo estadounidense, Ray LaHood, y le pidiera que le mostrara el otro mapa, el que se debe poner por debajo de la red de ferrocarriles que Obama proyecta. El mapa de las grandes agrupaciones regionales y urbanas que Europa y España deberían pensar.

El éxito del corredor mediterráneo está transformando las relaciones Catalunya-Valencia. Estoy seguro de que, con el tiempo, el cemento unirá lo que el acento no pudo. Al mismo tiempo, el éxito del corredor mediterráneo muestra que la cooperación interregional en Europa es posible (¿una Europa de base, más intensa y menos burocratizada?) y que por ello las líneas rojas estatales son más rosa.

Y el éxito del corredor mediterráneo augura cambios en la geografía federal de España. En los despachos de Fomento ya deben estar descolgando los mapas provinciales y de comunidades autónomas de los despachos de sus ingenieros. Una nueva geografía se vislumbra y ha tenido que ser, como en tantas cosas, Barack Obama (nuestro san Martín de Porres particular, en expresión del amigo Enric Juliana) quien nos la muestre.

 

17-VI-09, Josep Vicent Boira, profesor de la Universitat de València, lavanguardia