necesaria legislación de la asistencia al suicidio

Una mujer británica que sufre esclerosis múltiple, Debbie Purdy, de 46 años,
ganó ayer una batalla legal en su intención de someterse a un suicidio asistido
en una clínica de Suiza. La Cámara de los Lores, que es la máxima instancia judicial
del Reino Unido, aprobó la demanda de esta mujer para que la Fiscalía
del Estado aclare cuándo se puede procesar a una persona que ayuda a
otra a morir en el extranjero.

Purdy mantiene una larga lucha legal para saber si su marido, el músico cubano
Omar Puente, sería perseguido por la justicia británica en el caso de que la
acompañara a una clínica de Suiza, país en el que está legalizada la eutanasia, para
ayudarla a morir.

El pasado febrero, la Corte de Apelación estimó que la fiscalía no podía
adoptar “una política de caso específico en los términos que persigue la señora
Purdy”. Los cinco jueces lores que ayer dieron la razón a Purdy no entraron a
discutir la ley, que compete al Parlamento, pero sí estiman que la fiscalía tiene
que explicar por escrito los factores que considera relevantes para procesar a alguien
en esas circunstancias.

El suicido asistido está tipificado como delito en Gran Bretaña y acarrea
una pena máxima de catorce años de cárcel. No obstante, más de un centenar
de ciudadanos británicos han puesto fin a su vida en la clínita suiza Dignitas, especializada
en suicido asistido, sin que sus familiares hayan sido procesados.

Purdy baraja la posibilidad de viajar a Suiza para poner fin a suvida si su enfermedad
sigue empeorando. La mujer manifestó ayer su alegría por la decisión de
los jueces lores, que calificó como “un paso enorme hacia una ley más compasiva”.
“Estoy extasiada. Me siento como si me hubieran indultado. Quiero vivir
mi vida al máximo, pero no quiero sufrir innecesariamente al final de mi vida”,
comentó Purdy. “La decisión –explicó– significa que puedo hacer una
elección bien fundada con Omar sobre si él viaja conmigo al extranjero para
acabar con mi vida, porque sabremos exactamente a qué nos atenemos”.
En el 2001, Diane Pretty, una británica tetrapléjica de 43 años ya fallecida
que acudió a los tribunales para que se le permitiera la eutanasia asistida por
su marido, fracasó en su intento de lograr inmunidad para su esposo.

31-VII-09, agcs, lavanguardia