´Cuestión de estilo´, María Leach

En noviembre del 2007, un periódico británico publicaba las reglas de oro de Giorgio Armani para tener estilo. Algunas de sus recomendaciones consistían en: evitar comprar calzado barato (los zapatos son para el diseñador la base del guardarropa); tomar el negro y el azul marino como colores fetiche (valores seguros, nunca fallan), e intentar no pensarse demasiado el look del día (las personas estilosas son aquellas que lucen estupendas sin, aparentemente, haber hecho el menor esfuerzo a la hora de acicalarse). Asimismo, Armani advertía que una apariencia atractiva es más un estado de la mente que una forma de “Para mí el estilo va muy conectado a la sinceridad y a la naturalidad. Tener estilo es tener capacidad para transmitir con naturalidad tu propia manera de pensar y de vivir” Nani Marquina, empresaria y diseñadora “El estilo es el equilibrio entre el interior y el exterior, entre la personalidad y la forma de expresarse, por ejemplo, vistiendo o comunicándonos con otros. La coherencia es lo que crea el estilo, y el equilibrio lo convierte en elegancia” Custo Dalmau, diseñador vestir y que los modales, pase lo que pase, no pueden perderse nunca, poniendo como ejemplo al pluscuamperfecto Cary Grant, cuyo personaje en Con la muerte en los talones sabía ser elegante incluso corriendo a campo través acechado por un avión.

En efecto, el estilo engloba una pizca de cada atributo mencionado por Armani –sobriedad, elegancia y confianza en uno mismo–, pero no son los únicos. Ése es el patrón que ha hecho famoso al modisto italiano y que, sin duda, él sabe llevar de forma fabulosa. No obstante, la gracia de tener estilo reside precisamente en su poder diferenciador y en que depende de infinitas variables. La mayoría de las veces no proviene de una actitud consciente, por eso es tan difícil desgranarlo en normas generales. “Es esa parcela íntima y única que expresamos a través de la ropa, el peinado, los gestos, la forma de hablar, de andar... Todo aquello que sin darnos cuenta nos define y proyecta hacia fuera nuestro interior”, explica el fotógrafo, Ugo Camera. “Eso sí, por encima de todo, debe resultar agradable”.

Aunque existen tantos estilos como formas de ser, nos quedamos con aquellos que destacan positivamente por encima del resto por su capacidad para transmitir algo interesante y especial. Se lo atribuimos a personas cuya apariencia, presencia y actos se perciben bellos y cautivadores hagan lo que hagan, digan lo que digan. Se podría decir, incluso, que ejercen en el entorno un efecto magnético. Cuando sucede esto, las sospechas se confirman, ese alguien tiene estilo. Para Purificación García, diseñadora de moda y autora del libro Tener estilo (Ediciones Temas de Hoy, 2001), esto es un don y un patrimonio personal e intransferible que muy pocos poseen por naturaleza: “Si has tenido la suerte de que te tocara la varita mágica, ya tienes la mitad del camino recorrido. Si no, implicará más trabajo, pero también se puede conseguir.
El estilo no es un patrimonio ni de ricos ni de pobres, todo el mundo puede acceder a él”.

Las razones para hacerlo, asegura la diseñadora, no se limitan únicamente al campo de la
estética: “Tener estilo es una excelente carta de presentación en cualquier ambiente, ya sea en
una entrevista de trabajo como en una cena con amigos. Beneficia muchísimo en todos los campos que incluyen relaciones sociales”. El vestuario, el lenguaje corporal, la habilidad para conversar y la manera de modular la voz son los cuatro vértices que constituyen el aura de una persona y los responsables, o no, de que cause una buena impresión en los demás. Ser conscientes de que estos vértices transmiten nuestra idiosincrasia –¡y de qué manera!– es el primer paso para tener estilo.

La ropa es un ingrediente vital para desarrollar la propia identidad. Al contrario de lo que muchos
creen, vestir a la última no es ninguna garantía. “Seguir los dictados de la moda no es malo, pero
no ayuda a crear una imagen exclusiva. Anula ese componente original que se relaciona con el estilo”, comenta Ugo Camera. Las personas con estilo cuentan con una agudísima intuición estética. Saben aprovechar de la moda lo que les interesa y las tendencias que se adaptan a su forma de expresarse. “Ya lo decía Coco Chanel: la moda pasa; el estilo permanece”, introduce Purificación García. “El estilo no caduca porque nace de la sensatez y de la coherencia. Es importante escoger las prendas con más criterio y seguridad, decantándonos sólo por aquello que realmente nos queda bien. Esto se educa con el tiempo, mirándose al espejo y siendo más críticos con lo que vemos”. El mejor estilista, de este modo, es uno mismo. Nadie conoce mejor
nuestro cuerpo a la hora de vestirlo y procurarle las atenciones que necesita. El maquillaje, el
cuidado del cabello, el ejercicio, la alimentación y cualquier hábito de vida en general ejerce también una gran influencia. Las elecciones, revela Ugo Camera, hay que dejárselas al sentido común: “En el fondo es conocerse a uno mismo. Saber con qué nos sentimos a gusto y cómodos en nuestra piel. Eso hará que los que nos rodean perciban agradable nuestra presencia”.

El lenguaje corporal es otra de las claves del estilo. Una mala postura, por ejemplo, no ayudará a
proyectar confianza en uno mismo. A cambio, una sonrisa a tiempo y una mirada a los ojos de nuestro interlocutor conseguirá que demostremos una actitud más interesante y amigable. Al caminar, saludar, mover las manos o incluso los músculos del rostro mientras hablamos, el equilibrio y la armonía son fundamentales. “Moverse con clase es complicado, pero todo se puede cultivar. Lo primero que hay que tener en cuenta es que la vulgaridad y estridencia son enemigos del estilo, así que hay que armarse de sencillez y naturalidad”, aconseja Purificación García. “Por otra parte, es preciso respetar los protocolos de formas que requiere cada situación. En definitiva, saber estar”. Sin embargo, por muy bien que uno se vista o se mueva, si tiene una conversación limitada, se alejará del estilo. Conviene mantener un tono de voz adecuado y hacer todo lo posible por hacerse entender y lograr una comunicación exitosa. En este sentido, los expertos recomiendan expresarse con claridad y de forma amena, respetar los turnos de habla, estar siempre informados de la actualidad y utilizar un vocabulario rico sin ser pedante. Y si además sabemos idiomas, ¡mejor que mejor!

La historia del siglo XX nos ha dejado multitud de ejemplos de personas que se han hecho
célebres además de por su profesión, gracias a su estilo. Audrey Hepburn y Cary Grant son quizá
los nombres que más se han escuchado en este terreno. Que su carisma perviva inalterable a día
de hoy evidencia que el estilo, tal como auguraba Coco Chanel, tiene una fuerte carga atemporal.
No obstante, en la actualidad, algunos de sus componentes se han visto obligados a adaptarse a la vida moderna. “Tener estilo antes iba más ligado a la búsqueda. Se notaba que la persona había dedicado un tiempo a ponerse guapa, elegante y a cultivar toda una serie de virtudes. Ahora el estilo es más informal y despreocupado. Aunque nuestro aspecto y nuestros actos estén estudiados, debe parecer que afloran de manera natural”, afirma Ugo Camera. En la moda se nota especialmente porque han evolucionado los códigos en el vestir.
Un hombre con estilo ya no es sólo el que se enfunda un traje de corte impecable, ¡sino también
el que sabe llevar un bolso y un fular! En cuanto a las mujeres, destacan las que saben digerir la
abundante oferta existente en la industria textil: “Se impone la creatividad al conjugar prendas
antiguas y modernas, así como las de lujo con las de bajo coste. De esa mezcla surge hoy el estilo propio de una mujer, que es el que la convierte en única y diferente”, concluye Purificación García.

Así, una cosa es tener estilo con elegancia, tal como proclamaron en su momento los artistas del
cine dorado de Hollywood, y otra tener un estilo personal. Tener capacidad para arriesgarse y
proponer un patrón distinto a los que ya conocemos es una novedad de nuestros días. Quizá
por eso la época actual no sea tan prolífica en iconos. Hemos avanzado hacia lo informal y eso
ha abierto un numeroso abanico de posibilidades. A las celebridades las vemos de punta en blanco en la ceremonia de los Oscar, pero también en chándal y zapatillas deportivas cuando acuden al supermercado. Y es que tener estilo, ahora, es eso: saber adaptarse al momento con total naturalidad. Lo que es innegable es que la actitud sigue siendo un aspecto básico y que, cuanto más seguro uno está de sí mismo, más marca. Quien tiene estilo, lo tiene en todas las facetas de su vida, desde vistiendo hasta sirviendo una mesa. Es la coherencia interna de cada persona y todo lo que la rodea debe regirse por una única esencia: la suya. Si nos empeñamos en aplicarle normas o en imitar a otros, perderá toda su frescura. Lo bonito y diferente, triunfa.

2-VIII-09, Marís Leach, es/lavanguardia