īNo son los Reyes Magosī, Xavier Antich

Es una anécdota conocida. La  cuenta Platón en Fedro,uno de sus diálogos. Allí Sócrates explica cómo uno de los dioses egipcios, Teut, se presentó un día ante el rey Tamus para enseñarle los prodigios que había inventado: los números, el cálculo, la geometría, la astronomía, el ajedrez y los dados. El rey Tamus fue asombrándose de cada cosa, sin dejar de preguntar por su utilidad. Algunos inventos, parece, los aprobaba; otros merecían su recriminación. Teut, como buen tahúr, se reservó para el final el más asombroso de los conejos de su chistera: la escritura. Y se la ofreció al rey con estas palabras: "Esta invención hará a los egipcios más sabios y servirá a su memoria; he descubierto un remedio contra la dificultad de aprender y de retener".

Tamus, que no tenía un pelo de tonto, se mostró algo desconfiado y dedicó a la escritura una palabras muy lúcidas: "Ingenioso Teut", le contestó, "entusiasmado con tu invención, le atribuyes todo lo contrario de sus efectos verdaderos. La escritura no producirá sino el olvido en las almas de los que la conozcan, haciéndoles despreciar la memoria; fiados en este auxilio extraño, abandonarán a estos caracteres materiales el cuidado de conservar los recuerdos, cuyo rastro habrá perdido el espíritu. Tú no has encontrado un medio para conservar la memoria, sino para evocar recuerdos, y das a tus discípulos la sombra de la ciencia y no la ciencia misma. Pues cuando vean que pueden aprender muchas cosas sin maestros, se tendrán ya por sabios, y no serán más que ignorantes, en su mayor parte, y falsos sabios insoportables en el comercio de la vida". El pasaje ha fascinado a filósofos de todos los tiempos.

Algunos han interpretado la posición de Tamus como muestra del recelo platónico frente a la escritura, precisamente en el momento de su aparición, cuando, según la acertada expresión de Eric Havelock, "la musa aprendió a escribir". Otros han pensado que en este cuento con aires de mito se debatía una cuestión que, con el tiempo, reaparecerá con mil variaciones: el papanatismo ante cualquier innovación tecnológica y, enfrente, el recelo ante cualquier novedad que afecte al mundo del pensamiento y la memoria, los territorios propios de la educación.

No es inoportuno volverse a la imagen platónica ahora, cuando el ministro de Educación, ÁngelGabilondo, bien conocido por los lectores de La Vanguardia por sus artículos aquí durante los últimos años, ha presentado, en el inicio del nuevo curso, el programa Escuela 2.0, un ambicioso proyecto que merece atención y aplauso. ¿2.0? Para los habituados a las nuevas tecnologías, el guarismo ha llegado a ser un icono de los nuevos tiempos. Hace dos años, cuando su uso no estaba tan extendido, Javier Candeira explicó su sentido en uno de los Temas de debate dominicales de esta sección, con una metáfora muy apropiada: "Imaginen unas latas de conserva mágicas de las que, al abrirlas por el lado 2.0, se extraen los ingredientes sin cocinar. Se abre la lata de mejillones por debajo, y salen mejillones crudos, aceite, vinagre, pimentón y clavo. Casi todos seguirán usando el lado tradicional, del que salen mejillones en escabeche, pero muchos usarán la puerta trasera para obtener ingredientes con los que hacer sus propias recetas para consumo propio y de otros, en el acto o en nuevas latas con apertura trasera 2.0". La metáfora es jugosa todavía hoy, cuando, con el programa Escuela 2.0, se pretende dar un salto sustancial hacia la plena integración de las nuevas tecnología en el sistema IGNOT educativo. España está en la cola de la UE en el uso social y educativo de las tecnologías de la información y la comunicación. Y en Catalunya, el cálculo de centros con ordenador en la mayoría de las aulas no supera el 1% (datos de agosto del 2008), un valor similar al de Sudáfrica, muy por debajo del de Italia (4%) o Francia (6%) y a un abismo del de Finlandia (38%) o, por ejemplo, Ontario (55%).

Ya se han explicado con detalle los pormenores del programa, que permitirá que, a final de curso, casi 400.000 estudiantes y 20.000 profesores dispongan de un ordenador ultraportátil en casi 15.000 aulas digitalizadas. Por otra parte, en cuatro años, la medida deberá haberse generalizado en los dos últimos cursos de primaria y en los dos primeros de secundaria. Dos aspectos merecen ser remarcados aquí por su trascendencia.

En primer lugar, a diferencia de lo que sucedía hasta ahora, cuando las nuevas tecnologías eran tan sólo, en general y como mucho, un apoyo instrumental para la educación, se trata de que sean una parte fundamental del proceso de enseñanza y de aprendizaje. No se persigue tan sólo que alumnos y profesores dispongan de más ordenadores y recursos digitales en su trabajo en el aula, allí donde antes había pizarra y tiza, papel, lápices y bolígrafos. El objetivo, sobre todo, es un nuevo proceso de alfabetización, del que nuestros estudiantes no pueden quedar al margen.

En segundo lugar, el programa pretende atacar un importante fundamento de la desigualdad: para uno de cada tres alumnos del final de la primaria, la escuela es la única garantía del acceso a las nuevas tecnologías. Si no pueden acceder ahí, estos no podrán hacerlo en ningún otro sitio y se quedarán fuera del sistema, en gran medida de forma irreversible.

¿Resolverá este programa los gravísimos problemas que afectan al sistema educativo de nuestro país? Seguro que nadie es tan ingenuo como para contestar afirmativamente a la pregunta del millón. Pero por algún sitio hay que empezar. Y se ha empezado, con objetivos precisos y con ambición. Por ello está bien que Gabilondo, el ministro filósofo, haya recordado que los ordenadores y la digitalización no lo resolverán todo: "Hace falta estudiar y esforzarse". Un poco del rey Tamus para compensar el entusiasmo del dios Teut siempre vendrá bien.

7-IX-09, Xavier Antich, lavanguardia