´Huyendo de celebritylandia´, Alicia Guerrero Yeste

Marina Hyde; ´Celebrity´ (Un libro que habla sobre cómo quienes copan los titulares de la prensa del corazón están apoderándose del mundo); Harvill Secker; 240 pgs; 12,50 euros.

Con una ironía que le permite exponer al máximo la elementalidad del patrón mental que caracteriza a los famosos, es como Marina Hyde acostumbra a informar, desde su columna Lost in Showbiz del periódico The Guardian,sobre los avatares en las vidas de aquellas y aquellos que habitan en las cumbres más altas del universo de las celebrities (esas y esos que pertenecen a una de las dos categorías en que, según Liz Hurley, se divide la raza humana; la otra es la gente común),diciéndonos subliminalmente: riámonos de ellos, porque será la única forma de que comencemos a preocuparnos seriamente por el modo en que la presencia poderosa de estos individuos está corrompiendo el sentido común del mundo. La evidencia de lo crítica que es la situación queda recogida en su libro Celebrity: How entertainers took over the world and why we need an exit strategy.

Antaño, las celebridades eran seres inefables en los que se encarnaba la imaginación de un ideal casi sublime. Hoy, como plantea Alison Jackson, alguien que también reflexiona sobre el poder actual de la celebridad, en su caso construyendo, mediante dobles de famosos, falsas fotografías de paparazzi que darían titulares con los que la prensa amarilla sólo se atrevería a poder soñar (Elton John vestido de novia y recibiendo servicios sexuales en una limusina; Angelina Jolie extrayendo un bebé de un paquete de regalo; Eminem travestido en rosa y masajeado por un fornido joven...), seguimos siendo devotos suyos, pero concibiéndolos como seres de los que esperamos impudorosamente contemplar cualquier imagen que corrobore la fealdad de su apariencia extraordinaria. La fantasía que poseemos de ellos está construida de esas miserias que sabemos y que intuimos, y cuya dimensión perversa u oscura Jackson lleva al extremo. Refleja a las celebrities como contemporáneas alegorías de los pecados capitales, apelando a un espectador hastiado, pero que persistiría en una mirada de fascinación sobre esos seres, idolatrados e idolatrables en su expuesta degradación.

Pero allí donde Jackson sigue mitificándolos haciéndonos voyeurs de sus miserias, con el humor vitriólico en que radica la seriedad de su reivindicación anti-celebritycracia Hyde se sitúa - y a su lector con ella-a una distancia remota respecto a la trampa y la fascinación por la fantasía sobre el ídolo que late subliminalmente en las fotografías de Jackson. Sin dejar de recalcarnos en cada capítulo que todo lo que va a proceder a relatarnos ha ocurrido realmente, Hyde se planta desde la postura de un Max Beermohn narrando los absurdos delirios de celebridad de Enoch Soames, rechazando de plano aceptar cualquier posibilidad de concebir a una sola celebrity como algo más que un ególatra en estado de alucinación. Una condición mental que no es un estado patológico sino pura y simple estupidez.

La mezcla de vanidad, excentricidad e ignorancia en sus cerebros, y la expansión del hábitat mediático han exacerbado la ubicuidad y el sentido de omnipotencia de las celebrities,que han llegado a autopersuadirse de la trascendencia mesiánica de sus personas. Se ha generado así ese sistema celebricátrico, en el que "la voz de un famoso tiene aproximadamente 10.000 veces más valor que la de cualquier persona común", como señala Hyde. Atravesando esas páginas donde explica, entre otras recientes hazañas y grandes citas de celebrities,cómo por la cabeza de Lindsay Lohan surgió la idea de ir a Iraq con Hillary Clinton para animar a las tropas como Marilyn; opiniones de Tom Cruise que obligan a cuestionarse qué fue primero: si una enfermedad mental grave o el lavado de cerebro; Gwyneth Paltrow alecciona sobre glamour emocional y espiritualidad en su web; Sharon Stone (con un aquiescentemente rutilante Shimon Peres a su lado) se empeñó en creer que sus virtudes eróticas podían conseguir la paz en Oriente Medio; Madonna y Guy Ritchie insistieron en entablar conversaciones oficiales con el gobierno británico sobre los poderes del agua de la Kabbalah; Kevin Federline (ex marido de Britney) fue elegido séptimo hombre menor de 40 años más poderoso en el 2007; y cómo el gobierno namibio restringió el tráfico aéreo en una zona de su territorio y vetó la concesión de visados a periodistas cuya entrada en el país no hubiera sido expresamente aceptada por Angelina Jolie, protegiendo la exclusiva del nacimiento de su primera hija, se comprende hasta qué niveles delirantes ha llegado esa sobrevaloración ciega de la celebridad más allá de las fronteras de la industria del entretenimiento.

En el flujo de un tiempo obseso por la información (sea a partir de algo o a partir de nada), el teatro del mundo se ha convertido en una escenificación que ha quedado en manos de esos personajes que viven diluidos dentro de una misma esfera, la de los seres celebrity,donde qué importa ser actor, músico, político, deportista, ex concursante de un reality,diseñador… puesto que en ella todo rol es intercambiable y lo que se es de hecho es la representación de algo usando su poder y su gloria para producir material consumible (quien no quiera perfume o ropa destilando la "filosofía y actitud" de su estrella favorita, siempre tendrá una entrada en Twitter de Ashton Kutcher, algún vídeo de porno casero en YouTube, un post del metacelebrity Perez Hilton o un edificio firmado por un arquitecto-estrella y Brad Pitt).

Se concluye el libro de Hyde con el sentimiento de que sería un consuelo poder pensar que alguna fuerza diabólica es la que ha estado manejando este sistema y que no ha sido de hecho la retroalimentación entre la mera estupidez humana a su libre albedrío incentivada por la burdísima avidez del negocio mediático la que nos ha sumido en este estado que hoy rige en cualquier resquicio del orbe.

9-IX-09, Alicia Guerrero Yeste, culturas/lavanguardia