´Operación Pantomima´, Martina Klein

Cosas que se pueden hacer para amortizar el Tamiflú que hemos comprado: la más fácil, contagiarnos escalonadamente hasta llegar, de momento, al 60 por ciento de nosotros. Esa es la parte menos difícil y más real de la operación Pantomima Gripe A, porque, otra cosa no, pero contagiosa parece que sí que es. En caso de no llegar al cupo de contagios esperado, tranquilos, nos quedan cinco o siete años para agotar existencias.

¿Cinco o siete? Paso a explicar: En principio eran cinco, pero a mediados de agosto la Organización Mundial de la Salud (OMS) daba permiso a los países para ampliar la fecha de caducidad en dos años más, según conveniencia. Y yo, que siempre he sido bastante religiosa con esas fechas impresas en los productos (y si el yogur está caducado, pues está caducado; y si aún así lo tomara un mes más tarde sería a riesgo de intoxicarme a consciencia), me pregunto: ¿con los fármacos no debería ser lo mismo, o incluso peor? Pues parece que no. Otro de los beneficios de esta pócima mágica llamada Oseltamivir, Tamiflú para los amigos, es que esa fecha límite no es tan drástica, y que cada gobierno lo manejará a su antojo. Así pues dentro de cinco años podremos irnos a atiborrar de pastillas caducadas a otro país, o con suerte nuestro gobierno decida convertirnos en paraíso medicinal, y vengan de todas partes a colocarse con antivirales pasados de fecha, y bienvenido será otro boom del turismo.

Podría pasar que para entonces la gripe A fuera cosa del pasado, que las epidemias son peligrosas el tiempo que aún son noticiables. Da igual, ya que en siete años nos da tiempo a ser víctimas de tantas gripes animales, vegetales o minerales como se inventen. El Tamiflú nos librará de todos esos males… de todos menos del alto número de muertos que se lleva consigo la vulgar gripe de todos los años, esa por la que no cierran las escuelas ni doblan las campanas de los titulares.

Ahora bien, si una vez pasada la segunda fecha límite para consumo del fármaco no hemos conseguido los contagios previstos y nos quedan cantidades ingentes de Tamiflú en la bodegas del reino, y siempre y cuando la OMS no vuelva a autorizar postergar la fecha de vigencia, podemos vaciar las capsulitas y hacer con ellas todo tipo de manualidades blanquiamarillas: collares, pendientes, anillos, centros de mesa y muñequitos, y presentarnos en la plaza de San Pedro del Vaticano (por los colores) para venderlos a los miles de turistas que peregrinan la Santa Sede.

Lo que recaudemos podremos usarlo, por fin, para paliar la crisis, y si por entonces ya estamos todos montados en el euro, podríamos comprar otros medicamentos y enviarlos a alguna zona del tercer mundo donde evitaríamos muertes reales, y no hipotéticas, como las que ahora nos acechan.

12-IX-09, Martina Klein, lavanguardia