´Fracaso global´, Ramon Suñé

En la arena política española, y muy en particular en el Ayuntamiento de Barcelona, se escenifica desde hace unas semanas el enésimo debate en torno a la prostitución. Esta vez la mecha que ha prendido la discusión ha sido la denuncia - en la que han coincidido todos los medios de comunicación de la ciudad-de la degradante situación que se vive en la Rambla, especialmente las noches en que baja la guardia policial y aflora una nueva generación de esclavas, en su mayoría subsaharianas. Como ha explicado La Vanguardia,las nuevas prostitutas de la Rambla y del Raval poco se parecen a aquellas "putas como Dios manda" añoradas por algunos vecinos del barrio, que expresaban su indignación por el deterioro de la convivencia en el espacio público en una reciente visita del líder de CiU, Xavier Trias.

Las imágenes de la Barcelona canalla, no menos denigrantes que las actuales, pero difuminadas por el filtro literario, inspiraron a lo largo del siglo XX a artistas de talla mundial y todavía hoy sirven para que algunos de nuestros intelectuales, como aquellos vecinos del Raval que un día fueron jóvenes y vigorosos, ejerciten la nostalgia de un pasado en el que (flaquezas de la memoria) parece que todo fue mejor. Aquellas imágenes en blanco y negro han sido sustituidas por las de unas mujeres que acuden obligadas al mercadeo del sexo como única vía de subsistencia para ellas e incluso para sus familiares, que viven en sus países de origen permanentemente amenazados por mafias locales, traficantes de carne humana sin escrúpulos. Toda la atención que a este colectivo puedan prestar los poderes públicos, y muy directamente el Ayuntamiento a través de su agencia para el Abordaje Integral del Trabajo Sexual, será poca. Por ello, el acuerdo suscrito el martes por todos los grupos municipales para incrementar los recursos y ampliar el campo de actuación de la agencia es una excelente noticia.

No obstante, el eterno debate sobre la prostitución ha vuelto a hacer evidente la incapacidad generalizada para encontrar fórmulas de solución de un problema que no es un hecho diferencial barcelonés. La mayoría de los dirigentes políticos que han opinado sobre este asunto lo ha hecho desde la inmediatez, buscando el titular fácil, la declaración incendiaria que no viene precedida de la reflexión y el estudio profundos que requiere un material tan sensible com este. Una reflexión que sí están haciendo países como Holanda o Suecia, que ya hace muchos años, con distintos métodos, intentaron que la prostitución dejara de ser un problema. Los unos y los otros han fracasado en su empeño y se plantean ahora revisar de nuevo su legislación. Hasta el momento, nadie ha conseguido acabar con la prostitución. A lo sumo, algunos han podido controlarla, ocultarla o desplazarla. Desconfiemos de quienes prometen erradicarla.

20-IX-09, Ramon Suñé, lavanguardia