´Regidos por libros caducos´, Quim Monzó

Los conservadores -sobre todo americanos- tienen tendencia a utilizar frases de la Biblia. Si está escrito en el soi-disant libro de los libros, es la Verdad. Por eso, para oponerse al matrimonio entre personas del mismo sexo, a veces exhiben pancartas con frases como esa del Levítico (20: 13) que dice que si dos hombres se acuestan "se les tiene que matar: que su sangre caiga sobre sus propias cabezas".

Hartos de tanta cita bíblica en su contra, un grupo gay americano exhibe una pancarta en la que se lee: "Nosotros también podemos citar a la Biblia: Un matrimonio sólo es válido si la mujer es virgen; si la mujer no es virgen será ejecutada (Deuteronomio 22: 13-21)". Es el extracto de unos versículos que explican qué hacer si, tras haberse casado, un hombre descubre que su mujer no es virgen: "si resultase ser cierto que no se halló virginidad en la joven, entonces la sacarán a la puerta de la casa de su padre y la apedrearán los hombres de su ciudad, y morirá, por cuanto hizo vileza en Israel fornicando en casa de su padre". Me encanta esa pancarta gay porque gira la Biblia - sus delirios milenarios-contra los que tanto la enarbolan. Si la enarbolan para condenar el matrimonio entre personas del mismo sexo, por el mismo motivo deberían enarbolarla para prohibir los matrimonios a los que la mujer no llega virgen, y promover su lapidación pública, hasta que muera.

Fascina que haya quien aún pretenda guiar las vidas de la gente a partir de obras (la Biblia o el Corán), literariamente venerables pero que no tienen ningún valor ante la lógica civil. Por eso es buena la respuesta de esos americanos, o la que en Marruecos están dando algunas personas, hartas del ayuno del Ramadán. La ley marroquí condena con multas y penas de cárcel a quienes lo rompen en público. Pues bien, hace algo más de una semana una psicóloga y una periodista de Casablanca convocaron por Facebook una cita en una estación de tren. Serían muchos y romperían públicamente esa imposición. Se encontrarían a tal hora y se comerían un bocadillo. Pero cuando llegaron a la estación vieron que, alertados, un centenar de policías la habían ocupado para impedir que nadie comiese nada. Los convocantes se retiraron pero se reunieron más tarde en casa de una de las convocantes donde tomaron zumos, manzanas, pastas y cigarrillos. Beatriz Mesa, periodista de El Periódico,inmortalizó en una foto el instante en el que rompieron el ayuno.

Mientras tanto, a nuestros políticos papanatodependientes les cae la baba con el Ramadán. Y montan en la Ciutadella actos para celebrarlo. Si, según alardean, tan fraternales y humanitarios son, ¿no deberían demostrarlo solidarizándose más bien con esos marroquíes que se enfrentan a penas de cárcel por negarse a someterse a esa imposición -el Ramadán- que aquí ellos alegremente promocionan?

23-IX-09, Quim MOnzó, lavanguardia