´Asombrosa gracia´, Eulàlia Solé

Amazing grace se titula la película que revive el episodio histórico en que el comercio de esclavos fue abolido en el imperio británico. A finales del siglo XVIII, el joven parlamentario William Wilderforce planteó en la Cámara inglesa la ilegalización de la esclavitud. Durante años hubo de soportar los oídos sordos o los abucheos de los diputados que se enriquecían -o representaban a quienes lo hacían- a costa de los esclavos que transportaban a América. Unos africanos que si no perecían durante la travesía morían en las plantaciones de caña de azúcar de Jamaica.

Magníficamente interpretada, ambientada y dirigida, la película comienza cuando un Wilderforce agotado y enfermo que aún no ha triunfado en su empeño baja de un carruaje y, empapándose bajo la lluvia, amonesta a unos labradores que a la orilla del camino están fustigando a un caballo caído. Una primera imagen que ya retrata al personaje, a aquel que sintiendo piedad por las bestias también ha de sentirla por las personas desgraciadas, y viceversa.

Su lucha política hasta lograr el fin del comercio negrero fue larga, jalonada de fracasos y de tácticas diversas. La opinión pública, en aquellos albores de la modernidad, fue requerida por cientos de firmas recogidas en un enorme rollo de papel desplegado a lo largo del suelo del Parlamento. Al fin será una argucia -la de sumir a los esclavistas en la ruina- la que haga aprobar por mayoría la moción de Wilderforce. Es entonces cuando los diputados puestos en pie ovacionan a un hombre que estuvo a punto de perder su salud y su vida por librar de las argollas a seres a los que consideraba semejantes a él.

Como otros hombres o mujeres, por ejemplo el jurista Cesare Beccaria, que en 1764 ya escribió contra la pena de muerte, Wilderforce fue un avanzado y benefactor de la humanidad del que apenas se tiene conocimiento. Muerto en 1833 y enterrado en la abadía de Westminster, ¿cuánta gente se detiene ante su tumba, ante un nombre que nunca habrá oído? Es el signo de nuestro tiempo, tan tocado por la frivolidad y las alharacas, que una excelente película como Amazing grace se proyecta en Barcelona en un único cine, en versión original. Quizá ni llegue a otros lugares del país, ocupadas muchas de las salas por filmes de gran y vacuo espectáculo diseñado por ordenador.

25-IX-09, Eulàlia Solé, socióloga y escritora, lavanguardia