Política pendenciera: ´Una montería de caza mayor´, Fernando Ónega

Permítanme dos preguntas. Primera: si don Mariano Rajoy fuese presidente del Gobierno, ¿habría hecho la Brigada Policial de Blanqueo la investigación que hizo sobre el PP de Valencia? Y segunda: si el magistrado don Juan Luis de la Rúa no mantuviese una "íntima y sentida relación" con don Francisco Camps, ¿habría rechazado incluir ese informe en la causa de los trajes? A la primera respondo: si se hubiera hecho el informe, no habría salido del Ministerio del Interior. La segunda no es tan fácil, pero tiene lógica sospechar que los amigos se demuestran en las ocasiones y esa era una importante ocasión.

La aparición en Valencia de la supuesta Filesa del PP suscita muchas desconfianzas. Demasiadas cosas resultan sospechosas para que el PP tenga fácil su defensa: el momento elegido para hacer público ese informe, justo en vísperas del acto de Dos Hermanas; la persistente denuncia de persecución que con tanta contundencia como falta de pruebas se hace desde la sede de Génova; la probable voluntad de llevarlo al tribunal de la opinión pública después de que lo haya rechazado un tribunal de justicia; la situación del PSOE en esa comunidad; la obsesión socialista por encontrar una vía de financiación ilegal en su competidor político…

Pero estas son, como digo, reacciones elementales cuando alguien es cogido con las manos en la masa. Lo sustancial es lo de siempre: si hubo o no hubo corrupción. Yel informe policial es manifiestamente acusador. Ante ello, al PP no le queda otro camino que convertir el caso en el caso Rubalcaba. El ministro del Interior ya se ha llevado las culpas de las filtraciones anteriores. Ahora todos los dirigentes populares lo imaginan de cerebro de la conspiración. Rubalcaba o la maldad. Rubalcaba, o la ingeniería de la persecución. En el PP deben imaginarse al bueno de don Alfredo escuchando desde un búnker todo lo que hablan sus dirigentes. Cualquier día volverán a decir que este ministro no usa la policía para perseguir etarras, sino contra honorables políticos conservadores.

Se avecina, por tanto, una batalla de altura. Esto no puede terminar como la guerra de los trajes, diluida en el archivo judicial. Ya no vale eso. Tal como pusieron el debate, ahora hay que dirimir si Zapatero usa instituciones contra la derecha, o el PP tiene su Filesa; si Rajoy dirige o tolera corrupciones, o al Gobierno le vale cualquier arma para seguir en el poder. Esta es una montería de caza mayor. Ignoro si la víctima será Camps, Rubalcaba, Zapatero, Rajoy o todos ellos. Por encima de esos desenlaces personales, vuelven otras amargas verdades: nuestros más importantes partidos no se pelean por ideas, sino por acusaciones de indecencia. No discuten proyectos o necesidades del país, sino actos delictivos. No tratan de construir nada, sino de destruirse.

25-IX-09, Fernando Ónega, lavanguardia