´Leer para nada´, Cristina Sánchez Miret

Aquellos que tenemos exámenes en septiembre los hemos acabado
ya con cierta perplejidad y una buena dosis de expectación
–o al menos eso hemos comentado unos cuantos profesores en los pasillos estos
días– ante el reto que nos presenta el nuevo curso –y el nuevo plan– que estamos a
punto de empezar.

En el último e-mail –del antepenúltimo no quiero hablar porque estoy pensando
todavía si emprender algún tipo de acción o dejarlo pasar pensando que los nervios
traicionan sobremanera la razón– que he recibido de un alumno en alusión a suexamen
de septiembre se me hace una pregunta sobre la que vale la pena reflexionar
individual y colectivamente.

El alumno ha suspendido y me pide explicaciones por correo, a pesar de que hay
día y hora para realizar tal menester en vivo y en directo y con el examen de por
medio para aclarar las dudas. Al no quedar contento en la primera tentativa, persigue
una respuesta más profunda que atañe no sólo al examen, sino a todo el curso
y, en general, al significado último de lo que es enseñar y aprender en la universidad
de nuestros días.

Quiere saber por qué –no cito la primera parte de la pregunta porque hace referencia
a los contenidos de otro profesor del que aparece el nombre– se “ha tenido
que leer el libro de Berger si no ha salido nada de él en el examen”.Me costó contestar
el e-mail, no por falta de argumentos –de hecho la segunda pregunta del examen
se debía contestar, también, a partir de este libro, que es el único obligatorio
en la asignatura–, sino por considerar el alcance que debía tener mi respuesta.

A los alumnos cada vez hay que darles más explicaciones sobre lo que podríamos
etiquetar como los “aspectos prácticos” de su paso por la universidad –dónde
está el programa, dónde se cuelgan las notas...– y –mucho más esencial– sobre cuál
es su papel, qué significa aprender y qué se espera de ellos. La mayoría no lo saben.
Pero cada vez nos preguntan menos sobre la materia que impartimos –en mi caso
sociología– a no ser que discutan una nota. Entonces hablan de contenidos, para
lo cual su argumento de fuerza delante del profesor viene siendo con demasiada
frecuencia del tipo “no puedes suspenderme porque yo creo que el examen me ha
ido bien y estoy aprobado”. Así, sin más.

13-IX-09, Cristina Sánchez Miret, lavanguardia