el dilema de Obama: seguir financiando el principal sostén (el ejército paquistaní) de los talibanes

El asalto al cuartel general del ejército -extraño por el desenlace casi sin bajas en una situación de secuestro y porque una semana antes un periódico pakistaní lo había anunciado en portada con todo lujo de detalles- ha tenido ya un efecto deseado para los militares. A pesar de la ayuda económica, Estados Unidos ha dejado de exigir que el poder civil tenga primacía en la promoción de oficiales y en la planificación estratégica.

 

Pakistán a diferencia de India, fue fiel aliado de EE. UU. durante la guerra fría y clave en la derrota de la URSS en Afganistán. De ahí que sus militares le recuerden ahora al Pentágono que en Afganistán (su área de influencia) no hay paz que valga sin su participación. De este modo perpetúan el dilema de Obama, que está obligado a financiar al ejército pakistaní para evitar males mayores, aunque sabe que el objetivo no declarado de este ejército es restituir en el poder afgano a sus aliados talibanes. Al presidente Hamid Karzai lo ven como un protegido de India. No en vano, y gracias a su ayuda, India está tejiendo una nutrida red de intereses en Afganistán...

Horas después de que radicales islamistas lanzaran tres ataques simultáneos en Pakistán, Barack Obama firmó ayer una ley que prevé la entrega a este país de 5.038 millones de euros en los próximos cinco años para programas sociales y económicos.

La ley sella una alianza "basada en el compromiso compartido de mejorar las condiciones de vida del pueblo pakistaní", según resaltó la Casa Blanca

El paquete de ayuda suscita recelos en el ejército pakistaní, que ve en algunas de las condiciones una vulneración de su soberanía, pues hace referencia a reforzar la democracia y el Estado de derecho. EE. UU. es el principal donante de Pakistán, que, sin embargo, alberga a talibanes y terroristas de Al Qaeda. No hay duda de que es uno de los aliados más incómodos de Washington.

El presidente Obama, enfrascado en una revisión estratégica en Afganistán, ha sugerido que tan prioritario es el frente pakistaní como el afgano. Las ayudas deberían contribuir a la estabilización de la autoridad civil en Pakistán e incentivar la lucha contra Al Qaeda y los talibanes.

Ante la ofensiva talibán que ayer sufrieron las fuerzas de seguridad en Lahore - nada menos que 40 muertos en tres atentados-,el ministro del Interior pakistaní, Malik Rehman, manifestó que "el enemigo ha iniciado una guerra de guerrillas". Los ataques simultáneos fueron al más puro estilo de Al Qaeda, por si alguien dudaba de la estrecha colaboración entre los residuos de la red de Bin Laden y el clan de los Mehsud, sus anfitriones en la frontera con Afganistán.

Con la misma audacia con que un comando se adentraba el pasado fin de semana en el cuartel general del ejército, una decena de terroristas asaltaron ayer tres instalaciones clave en la lucha antiterrorista: la Agencia Federal de Investigación, la academia de unidades de élite y, por último, una escuela de policía con ochocientos cadetes. La agencia y la escuela ya habían sido atacadas en el último año con un resultado de decenas de muertos. Por si fuera poco, un terrorista empotró su vehículo cargado de explosivos contra una comisaría en la provincia pastún, en la que, más tarde, otro islamista suicida mató a un niño.

Los asaltantes que aterrorizaron Lahore iban ataviados con uniforme policial. Varios de ellos hicieron estallar un cinturón de explosivos al verse acorralados. Sólo uno fue detenido.

La temeraria ola de atentados ha causado 160 muertos en los últimos diez días, todo un mensaje al ejército pakistaní, que prepara una ofensiva sobre Waziristán del Sur, auténtico granero de terroristas suicidas.

No obstante, los militares tienen la moral alta por primera vez en mucho tiempo, tras el relativo éxito de su operación de limpieza del valle de Swat, tomado a otro grupo talibán autóctono.

Waziristán es distinto. A diferencia de Swat - que es un balneario estival-esta es una región tribal cerrada y remota, ajena a la autoridad pakistaní. Islamabad podría haberla integrado en la legalidad estatal en los años noventa. El ejército, sin embargo, optó por respetar los clanes locales para mantener su influencia en detrimento del poder civil pakistaní. Desde entonces, las alianzas entre las tribus pastunes y el ejército abrumadoramente punyabí son constantes y cambiantes.

El guerrillero Hakimulah Mehsud afirmó ayer que, "una vez implantado el Estado islámico", dará batalla a India, lo que debió sonar a música celestial en los cuarteles de Rawalpindi. En un guiño a los militares, Mehsud se mostró dispuesto a una tregua "tan pronto como dejen de seguir las órdenes estadounidenses".

Mehsud lidera el grupo rebelde Tehrik-e-Pakistan y la fiereza demostrada por los talibanes responde a que necesita afianzar su liderazgo. Un proyectil lanzado por un avión no pilotado de la CIA asesinó a su antecesor, el misterioso Baitulah Mehsud. Otro proyectil liquidó ayer a cinco talibanes en Waziristán del Norte.

Los periodistas que conocieron al apuesto Hakimulah cuando hace un par de años - con 28-era el portavoz de Tehrik-e-Pakistan todavía empalidecen al recordar sus exhibiciones con el kalashnikov y, sobre todo, al volante, derrapando en las laderas y riendo como un loco mientras frenaba a unos centímetros del abismo. No hay duda de que su grupo armado es la infantería adolescente de una estrategia más amplia y que está más allá de su capacidad de planificación y de sus ambiciones.

16-X-09, M. Bassets/J.J. Baños, lavanguardia