cerco geoestratégico chino a India

El primer ministro Manmohan Singh no puede ni poner los pies en uno de los estados indios, Arunachal, sin provocar un conflicto diplomático con China. La semana pasada, coincidiendo con la cita con las urnas de este estado himalayo, Pekín protestó por un mitin de Singh y recordó su reclamación del territorio, al que denomina Tíbet del Sur y cuyas fronteras no reconoce.

Para berrinche de Delhi, China insiste en no exigir visado al millón de arunachalis -mongoloides de lengua tibetano-birmana- y a los cachemires les da el visado en un papel aparte. Desde finales de verano, la prensa india ha caldeado el ambiente con repetidos artículos sobre intrusiones de patrullas chinas. Medias verdades filtradas por el ejército indio para desbloquear fondos para vías de comunicación y bases aéreas en esta región en disputa, del tamaño de Andalucía.



Si bien China ha resuelto sus litigios terrestres con casi todos sus vecinos excepto India y Bután, se trata más que de irredentismo de una táctica para desactivar la reivindicación india sobre la Cachemira ocupada por China desde la guerra de 1962 y forzar a Nueva Delhi a extremar la prudencia en lo relativo a Tíbet y a su histórico huésped, el Dalai Lama. Por otro lado, este pulso en tierra se extiende, cada vez más, al dominio marítimo.

No hay país alrededor de India que no esté estrechando lazos con Pekín. Su apoyo militar y diplomático ha sido decisivo este año para que el Gobierno de Sri Lanka derrotara a los Tigres Tamiles. Algo que inquieta a Nueva Delhi, que empieza a sentir en sus flancos una camisa de fuerza made in China. O -en la metáfora de un experto norteamericano- la constelación de bases navales que, como un collar de perlas chinas, se despliega en un océano, el Índico, al que creía tener derecho.

Para Colombo, la factura pagada a Pekín incluye la cesión de una base naval a un tiro de piedra del sur de India: Hambantota. En Sri Lanka, China se ha apresurado a ocupar el vacío dejado por un Occidente contrariado por la deriva autoritaria del presidente Mahinda Rajapaksa, de modo que la ayuda china multiplica por cien la suma de la brindada por EE. UU. y el Reino Unido. La inacción del Consejo de Seguridad de la ONU ante los más de 20.000 muertos en la ofensiva final del ejército de Sri Lanka ha evidenciado la determinación de China y la clamorosa ausencia de India como miembro permanente.

Colombo se permite enfrentar a India y China en su beneficio. Un juego peligroso aprendido de Birmania y Bangladesh, pero que en el caso de Nepal le ha costado el gobierno a los maoístas, descabalgados la primavera pasada.

La penetración china la describe así un vecino de Colombo, que también podría serlo de Islamabad o de Dacca. "Empezaron por la ropa, luego se nos metieron en la boca, como dentistas, luego en el estómago, con los restaurantes". Y luego, podría añadir, llegaron las prostitutas. Y los hombres de negocios.

Sri Lanka cuenta con uno de los mejores puertos naturales del mundo, Trincomalee - eso sí, en zona tamil-,pese a lo cual ha hecho una apuesta estratégica por Hambantota, donde China construye un puerto de aguas profundas con brigadas de trabajadores chinos, preparado para ser una base naval. Cabe decir que la mitad de los contenedores de mercancías del mundo -muchos de ellos chinos- navegan algunas millas al sur.

Por eso Hambantota es la mayor joya del collar de perlas. Una serie de puertos que rodea a India y ofrece bases a la proyección de la Marina china, para proteger el suministro de crudo a la gran fábrica del mundo (el 85% pasa por allí) y evitar un eventual estrangulamiento en los estrechos de Malaca o Taiwán. Un almirante chino ya lo declaró en la década pasada: "El océano Índico no pertenece a India". Y la reacción india - on la adquisición de un portaaviones ruso de segunda mano, el flete de un submarino atómico ruso y la botadura del primero de sus sumergibles nucleares- se ha hecho esperar hasta este año.

Pero la estrategia china está ya muy avanzada. En Pakistán ha creado de la nada el puerto de Gwadar. Solamente la insurgencia beluchi -alimentada por India- pone algunos interrogantes a la iniciativa. También la guerra de Afganistán frustra la voluntad china de conectar Asia Central con dicho puerto, comunicado ya con su provincia de Xinjiang a través del Karakórum.

China también amplía el puerto de Sittwe, en Birmania, y lo conecta con la frontera china. Sin olvidar que Rangún ya ha permitido la instalación de una base china de espionaje en la isla de Cocos, cerca del archipiélago indio de Andamán.

Hasta el puerto de Chittagong, en Bangladesh, está siendo ampliado por China, aunque la subida al poder de un gobierno proindio ha aliviado a los estrategas indios. Todo esto sin olvidar que Nueva Delhi sigue influyendo mucho más que Pekín en Maldivas o Mauricio.

Desde la base estadounidense de Diego García no pasa inadvertida la emergencia del océano Chíndico.

19-X-09, J.J. Baños, lavanguardia