Beluchistán, (repartido) entre Irán, Pakistán y Afganistán...

Después de las acusaciones a Estados Unidos y el Reino Unido de haber estado implicados en el atentado contra los Guardianes de la Revolución iraníes en la provincia del Beluchistán, el presidente de la República, Mahmud Ahmadineyad, ha acusado al vecino Pakistán, con el que su país mantiene buenas relaciones, de estar detrás del ataque suicida del domingo, en el que murieron alrededor de cuarenta personas, entre ellas seis destacados jefes de la poderosa fuerza política, militar y económica del régimen.

Según los dirigentes de Teherán, varios agentes de los servicios de inteligencia pakistaníes ayudaron a llevar a cabo el atentado. El jefe del grupo rebelde Yundalah, que lucha por la independencia de Beluchistán, se encuentra en Pakistán, de donde procedían y a donde regresaron los atacantes, cuya entrega han pedido.

El embajador en Islamabad fue convocado en el Ministerio de Asuntos Exteriores iraní, que deploró que el territorio pakistaní haya sido utilizado para atacar a la república islámica.

El mando de los Guardianes de la Revolución va a enviar a Islamabad lo que considera que son "pruebas fehacientes" de su intervención en el atentado. El lugar en que se cometió el ataque es la localidad de Pishin, cercana a la frontera con Pakistán.

No sólo Estados Unidos, el Reino Unido y Pakistán, que ya han desmentido cualquier responsabilidad en el mortífero ataque terrorista, sino también Arabia Saudí ha sido mencionada como otro país extranjero cuyo gobierno ha podido fomentar este golpe de Yundalah, que es suní, contra la seguridad del Estado chií, islámico y persa de Irán.

En el trasfondo se extiende Beluchistán, una provincia que si bien fue, en la historia antigua, tierra fértil y rica, país del heroico Rostán del poema de Firdusi, es desde hace siglos, como escribe una guía editada en Teherán, "región excéntrica, desdeñada, pobre, peligrosa, campo abierto para traficantes de drogas y bandidos". Con una larga frontera de mil kilómetros con Afganistán, es paraje habitual para acarrear hachís, cocaína y heroína rumbo a Europa. Irán lleva a cabo grandes esfuerzos para acabar con este descomunal tráfico, como ha reconocido Washington. La Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito ha advertido que si se debilitase la lucha contra este tsunami de la heroína, Europa resultaría muy perjudicada.

El extendido consumo de drogas en la población iraní es uno de los grandes problemas del Gobierno de Teherán.

Se da la circunstancia, asimismo, de que la costa de Beluchistán es ideal para hacer llegar los hidrocarburos de Irán y Asia central a los mercados del Pacífico asiático sin haber de pasar por el estrecho de Ormuz. China, sin ir más lejos, ha financiado con este fin un puerto en Gwadar, ciudad del Beluchistán pakistaní.

El grupo Yundalah o Milicia de Dios, autor de anteriores atentados y que de vez en cuando se enzarza en luchas con las fuerzas militares del Estado - el pasado año dio muerte a una veintena de policías fronterizos-está vinculado con el clan Rigi de traficantes de drogas, al que pertenece su jefe.

El Estado islámico cuenta con varias etnias, lenguas y religiones. El territorio de Beluchistán está habitado no sólo por la minoría beluchi, que representa el 3% de la población de la república, sino por tayikos, sayeds y aborígenes, y tiene otra frontera con Pakistán. Los beluchis que se extienden al otro lado de la frontera pakistaní son suníes, como los árabes y los kurdos, mientras que los persas son chiíes.

El Estado persa siempre ha estado tentado de presentar los conflictos internos como obra de intrigas extranjeras. El lema de la "genuina raza aria" fue muy explotado por la monarquía del sha, donde las peculiaridades de la población nunca fueron aceptadas, y sus lenguas, el kurdo entre ellas, fueron consideradas dialectos locales.

El imán Jomeini calificó a los nacionalismos de enemigos del islam, resultado de una maquinación extranjera. Ningún gobierno de Teherán, haya sido secular o religioso, ha permitido veleidades autonómicas.

En el remoto Beluchistán, famoso por sus tapices y kilims, se mueven tropas de la élite militar del régimen, rebeldes, traficantes y agentes extranjeros.

20-X-09, T. Alcoverro, lavanguardia