´Estudiar hasta los dieciocho´, Oriol Pi de Cabanyes

La propuesta sonda que ha lanzado el ministro de Educación de alargar hasta los dieciocho años la edad de escolarización obligatoria hace sospechar una vez más que la principal preocupación de los planificadores del sistema educativo no es tanto elevar el nivel cultural de la ciudadanía como la de maquillar las reiteradas cifras negativas que arrojan todas las evaluaciones del aprovechamiento de los recursos destinados a la escuela. Y así, de paso, reducir las alarmantes cotas de desocupación.

Si no se arbitra algún modo de salida a la objeción escolar, ¿cómo cree el señor ministro que va a mantener confinados a la fuerza a los miles de adolescentes que ni quieren ni dejan estudiar? La formación es un asunto de Estado, de acuerdo, de competitividad y tal, pero lo que quieren buena parte de los supuestos beneficiarios de esta falsa bicoca es pasar el rato cuanto más distraídamente mejor. Y los padres, no nos engañemos, que nos los tengan bajo control todo el tiempo posible.

Además, ¿cómo se come esto de tener que estar obligatoriamente en un centro escolar hasta los dieciocho años cuando uno puede trabajar legalmente desde los dieciséis? ¿O es que el Gobierno ya está pensando en subir la mayoría de edad laboral hasta los dieciocho? Todo sería dado por bueno, claro, si se nos contara que la cosa se hace para bien, que profundizar en la "universalización de la enseñanza" es otro de los grandes logros del Estado benefactor, etcétera.

La ideología pedagogista al uso predica que la escuela "debe corregir desigualdades de origen", pero en la práctica no hace sino incrementarlas. Y así hemos pasado de la escuela como lugar común que ofrece igualdad de oportunidades a todos a la escuela que iguala a todos (por el nivel más bajo, claro), penalizando a los que tienen mayor capacidad o ganas y evitando que nadie destaque sobre la mediocridad general.

No es de extrañar que, como protección frente a la degradación igualitarista, algunos padres se planteen el llamado home teaching,que aquí está ahora penalizado. Pero a cuanta más obligatoriedad, menos pedagogía de la libertad. Ymás rebotados. ¿Estudiar hasta los dieciocho? Y hasta los ochenta. Pero no por obligación sino por ganas de aprender cada día. Hay que dar más becas. Y educar en responsabilidad con el cheque escolar.

4-XI-09, Oriol Pi de Cabanyes, lavanguardia