´Arduas decisiones sobre Afganistán´, William R. Polk

España tiene actualmente casi un  millar de soldados en Afganistán. El Gobierno difundió imágenes que muestran el increíble relieve en que deben desenvolverse. Los vehículos quedaban atascados en la arena o volcaban en el lecho de un río, con las ruedas arrancadas y los palieres rotos.

En medio del fragor de los debates que se suceden en Estados Unidos, un creciente número de analistas e incluso militares veteranos cuestionan la política aplicada en Afganistán. De modo cada vez más evidente, es improbable que limitarse a enviar más tropas redunde en una victoria contra los talibanes. Numerosos observadores consideran que lo único que se logrará, probablemente, es cosechar un número más elevado de víctimas. Como, según se ha informado, ha declarado un líder talibán, "cuanto más tropas sitúen ustedes en el país, más objetivos nos ofrecerán".

En consecuencia, los argumentos y razonamientos sobre la política en Afganistán se circunscriben a cuatro posibilidades.

La primera consiste en seguir combatiendo con el número actual de soldados, panorama inaceptable a juicio de dos destacados generales estadounidenses. El general David Petraeus, autor de la doctrina estadounidense sobre la contrainsurgencia, estimó que la proporción adecuada entre fuerzas autóctonas y extranjeras se sitúa entre 20y 25 soldados autóctonos por millar de extranjeros. Pero, dado que Afganistán es un país de alrededor de 33 millones de habitantes de los cuales casi la mitad se compone de pastunes partidarios de los talibanes, el general Stanley McChrystal ha puesto buen cuidado en advertir que tal política corre el peligro de acabar en un "fracaso de la misión".

La segunda consiste en enviar los 40.000 soldados adicionales que ha solicitado McChrystal. No obstante, puede suceder que se trate tan sólo de una primera medida. Porque en breve - como ya ocurrió con los generales estadounidenses en Vietnam-,se verán obligados a solicitar otro incremento de tropas y luego otro... en progresión constante hacia la presunta estrategia de victoria basada en un modelo que oscila entre 600.000 y 1.300.000 soldados.

Ningún líder europeo o estadounidense respaldará probablemente el envío de tal número de soldados. De modo que Obama ha intentado articular un consenso basado en los criterios de sus asesores militares y civiles en torno a un pequeño incremento, de 10.000 a 15.000 soldados, acompañado de un cambio de táctica. Hasta la fecha ha obtenido escaso apoyo. Por una sencilla razón: los militares le indican que, con una reducida fuerza adicional, no es posible la victoria y la guerra puede prolongarse durante un decenio o más.

En la actualidad, además de los aproximadamente 60.000 soldados estadounidenses y mil españoles, luchan en Afganistán 68.197 mercenarios y personal de apoyo, número que indudablemente aumentará si se envían más soldados y cuando tal hecho se produzca. Y debe tenerse en cuenta que el coste de cada soldado o mercenario asciende a unos dos mil dólares diarios. En este momento, Afganistán cuesta a los contribuyentes estadounidenses unos 60.000 millones de dólares al año en gastos directos (asignación del Congreso), además de cargas indirectas (sin calcular todavía) sobre la economía equivalentes a varias veces esa cifra.

Tal carga económica, en unión de las expectativas de un número creciente de heridos y víctimas mortales, está provocando un cambio de la opinión pública estadounidense, que en su día apoyó enérgicamente la guerra. Actualmente, una mayoría de votantes estadounidenses considera según parece que la guerra ha sido un error y debería ponérsele fin.

Tal es la cuarta opción que se le ofrece al presidente Obama. Y, hasta ahora, la ha rechazado resueltamente. Ha definido la campaña afgana como una "guerra por necesidad" y parece decidido a seguir adelante prescindiendo de los costes humanos o monetarios.

En consecuencia, ¿cuáles son las perspectivas de una victoria?

Recientemente, Rusia ha permitido que los especialistas occidentales reexaminen lo que sus dirigentes tuvieron que decir sobre su campaña en Afganistán en los años ochenta. Como ha señalado Victor Sebestyn, el jefe de las Fuerzas Armadas soviéticas, el mariscal Serguei Ajromeyev, dijo al Politburó después de que los soviéticos hubieran estado combatiendo durante siete años: "No existe palmo de terreno en Afganistán que no haya sido ocupado por algunos de nuestros soldados en un momento u otro. Sin embargo, buena parte del territorio sigue en manos de los terroristas. Controlamos las provincias centrales, pero no podemos controlar políticamente el territorio que hemos capturado... Sin muchos más refuerzos, esta guerra se prolongará durante mucho, mucho tiempo". Nikolai Orgakov, jefe del Estado Mayor de la Defensa del mariscal Serguei Ajromeyev, recogió el consejo de su colega militar y lo transmitió a Brezhnev, además con esta advertencia: "La invasión y ocupación puede atascarnos en una situación desconocida y difícil en la que además tendríamos en contra a todo el mundo islámico". Las actas registran que "fue interrumpido a mitad de la frase". Leonid Brezhnev quería librar la guerra.

En fecha más reciente, el ex jefe de misión del KGB y embajador ruso en Afganistán, Zamir N. Kabulov, declaró que no hay errores soviéticos que las fuerzas de la OTAN no hayan repetido, y añadió que están incurriendo en nuevos fallos que a los rusos no se les habían ocurrido.

Los generales Petraeus y McChrystal creen que sus homólogos rusos estaban equivocados. La supuestamente nueva doctrina estadounidense sobre la contrainsurgencia, adaptada de la campaña estadounidense en Vietnam, les permitirá (creen) ganar la campaña afgana. Lo que propugnan, sin embargo, se parece notablemente a la táctica rusa de retirada del campo a las ciudades, poniendo el acento en las llamadas tareas de "acción cívica". Y están prestos a combatir incluso más tiempo que los rusos. Algunos han dicho que hasta 20 y aun 40 años.

Este plan, no obstante, no aborda la cuestión primordial: la de cómo van a poder retirarse en última instancia las fuerzas de la OTAN dejando tras sí un Afganistán estable y más pacífico y prooccidental. Esa es, como se ha dicho, la pregunta de los seis billones de dólares.

La imposibilidad de responderla de forma positiva es el factor que ha inclinado a un creciente número de especialistas políticos a mostrarse partidarios de una pronta retirada. Tal es la opción que afrontan ahora el presidente Obama, el presidente Zapatero y otros dirigentes de la OTAN. Y su decisión contribuirá notablemente a trazar el rumbo de España y Estados Unidos en los próximos años.

 

 10-XI-09, William R. Polk, miembro del consejo de planificación política del Departamento de Estado durante la presidencia de John F. Kennedy, lavanguardia