´De primera mano´, Quim Monzó

El cardenal arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, dice que la campaña de educación sexual que promueve el Instituto de la Mujer de Extremadura y el Consejo de Juventud extremeño "no es seria". La campaña lleva por título El placer está en tus manos,va dirigida a los jóvenes de entre catorce y diecisiete años y tiene como objetivo enseñarlos a masturbarse.

¿Por qué de catorce a diecisiete años? Porque supongo que, después de sumas y restas (y de multiplicaciones y divisiones), han llegado a la conclusión de que esa es la franja de edad en la que la gente empieza a masturbarse o se masturba de modo más frenético. No sé. Según Martínez Sistach, "no se puede jugar con la educación moral y sexual" de los jóvenes.

Y ¿cómo les enseñan a masturbarse? Pues a base de talleres. Hace muchos años, los talleres eran lugares a los que llevabas el coche o el reloj para que los reparasen. Ahora no. Ahora los talleres se han sofisticado. Hay talleres de cocina creativa, talleres literarios, talleres de masturbación... Los tiempos avanzan que es una barbaridad. Cuando empecé a escribir, escribía en mi habitación, solo y sin que nadie me viese. Nunca se me hubiese ocurrido ir a un taller a hacerlo. Lo mismo con la masturbación. Empecé solo y sin que nadie me viese. Si me hubiesen dicho que un día habría talleres donde te enseñarían, hubiese creído que me tomaban el pelo. Pues no. Con la bonita frase El placer está en tus manos montaron el primer taller en Castuera, el 19 de septiembre. Luego hubo otro en Mérida, el 23 de octubre. Los próximos serán en Navalmoral de la Mata, mañana, y en Trujillo el 20 de noviembre, fecha especialmente indicada para que la prensa conservadora vea en ello un intento de burlarse del día en el que murió el invicto caudillo Franco.

Yo entiendo al arzobispo Martínez Sistach. No sólo porque debe ser triste ver cómo lo que decían los católicos (que si te tocabas te quedarías ciego y te saldrían pelos en las palmas de la mano) ya no se lo cree nadie, sino porque las generaciones de una cierta edad - Martínez Sistach incluido-aprendimos el arte de la gayola sin asistir a ningún cursillo. Ni siquiera nos dieron un manual de instrucciones (sin intención de doble sentido), mal traducido del chino. Uno aprendía a masturbarse como la abubilla aprende a volar o el quillo a delinquir. Luego, también sin manual de instrucciones, con mayor o menor fortuna aprendimos a copular con otros miembros de nuestra misma especie, e incluso de otras, y aquí paz y allá gloria. Si hoy hasta los hornos microondas llevan indicaciones aclarando que no hay que poner dentro ropa para secar, ¿cómo no van a tener también que explicar a los adolescentes que sus manos pueden servirles para darse placer? Igual no se les ha ocurrido. Igual piensan que están ahí de adorno.

12-XI-09, Quim Monzó, lavanguardia