La elaboración del Estatut fue un ridículo catalán, pero acabará siendo un ridículo español. El edificio constitucional está en manos de un tribunal mediatizado, deslegitimado, rancio e incompetente, que se permite dejar en suspenso una ley básica para Catalunya durante años, más años de los que tardó en redactarse, que ya es decir. Total, para terminar con una sentencia que, ineluctablemente, demostrará la inutilidad de un proceso cansino y decepcionante. Lo único que podremos sacar en claro de todo este embrollo es que las aspiraciones políticas de la actual generación catalanista no caben en el marco jurídico actual. Después, habrá que sacar conclusiones.
15-XI-09, Toni Soler, lavanguardia