ŽLa prueba del FerrariŽ, Ketty Calatayud

No sé a ustedes, pero a mí me ha producido vergüenza ajena ver a todo un presidente de la Generalitat metido en el papel de piloto estrella de Ferrari, saludando al público como si de verdad se creyera eso, todo un piloto de Ferrari. Francisco Camps - que al parecer, además de tener debilidad por la marca del Cavallino Rampante,se pirra por una foto con Obama-debió de sentirse como un superhéroe cuando fue al rescate de sus invitados, que se habían quedado clavados en la arena, y puede que hasta imaginara que a su lado llevaba una rubia despampanante, de esas que corren por los paddocks del gran circo de la fórmula 1, en lugar de a la imponente Rita Barberá. Ella, toda una alcaldesa, a su vez debió de sentirse ese día la mujer más glamurosa del mundo, melena al viento, con sus gafas de sol de marca, paseada en un espectacular descapotable por un político mediático donde los haya, junto a todo un campeón del mundo como Fernando Alonso, un subcampeón como Felipe Massa y un guapo aristócrata millonario italiano como Luca Cordero Di Montezemolo.

No he podido evitar el juego mental de dar el cambiazo a Camps y Barberá, como si fuera mi particular prueba del algodón para los políticos en estos tiempos de desafección, independientemente de cuáles sean sus ideas. Por ejemplo - y les emplazo a que hagan ustedes lo mismo-,¿se imaginan a Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón en el papel de piloto y copiloto en ese Ferrari? (aunque fuera sin dirigirse la palabra)...

La prueba me sirve para cualquier político o aspirante, como Laporta, al que recuerdo este verano subido en una Harley-Davidson, así que no me resulta extraño imaginarlo a los mandos de un Ferrari llegado el caso.

Eso me lleva a pensar que hay dos clases de políticos, como siempre he creído que hay dos tipos de entrenadores de fútbol. Los hay que se creen más importantes y protagonistas que sus jugadores, que se atribuyen todo el mérito de las victorias (como Van Gaal o Mourinho, por ejemplo), y los hay que se esfuerzan por mantener un papel secundario porque saben que los que deciden en el campo son los futbolistas y a ellos les corresponde ser las verdaderas estrellas del cotarro (Guardiola o Pochettino son de esos). Cada cual que elija el perfil que más le guste.

Algo parecido creo que pasa con los políticos. No hay que confundir liderazgo con exceso de protagonismo. Los hay que saben controlar la vanidad y nunca olvidan que estarán ahí mientras lo quieran los votantes, pero otros se creen más importantes que los ciudadanos a los que representan, piensan que son los reyes del mambo y predican una cosa y luego, cuando ya han alcanzado el poder, hacen lo que les da la gana porque para ellos el fin justifica los medios.

Perdonen ustedes, no era el objetivo del artículo contribuir a la desafección, pero yo no votaría a ningún político al que me imaginara sentado a los mandos de un Ferrari.

22-XI-09, Ketty Calatayud, lavanguardia