´Malos rollos´, Joana Bonet

La sala de cine olía a sudor adolescente y a palomitas de maíz. Un hedor virgen, ácido y dulzón, se expandía con la misma teatralidad que los nervios de los jóvenes en la cita con su nuevo sueño edificado en la penumbra de su cuarto, acurrucados en la fantasía del amor imposible. Unos pocos acompañantes de nuestros hijos asistíamos atónitos a la expectación del estreno de Luna nueva,segunda entrega de la serie Crepúsculo,ese culebrón romántico que ha abducido a los chavales - desde quinto de primaria hasta el bachillerato-en el que la tensión amorosa se concentra en una chica extremadamente pálida que es amada y ama a un vampiro, y coquetea con un hombre lobo. No podía ser más exagerada la subyugación ante dos especies que, si bien no pertenecen a este mundo más que de forma simbólica, encarnan el sometimiento y la animalidad. La vampirización y el bestialismo, capaces de atrapar la esencia humana, la sangre y el alma, se erigen como ideales corroborando esa vieja teoría de que a las mujeres les gustan los hombres difíciles.

En una escena aparece la novia humana de un hombre lobo con la cara destrozada - según el guión, porque en una ocasión su chico se enfadó-.Aproveché para introducir una cuña de pedagogía y le pregunto ami hija de once años si no le escandaliza que el chico le destroce la cara: "Mamá, no lo compares con los malos tratos, se trata de una fiera y no piensa". Intenté calibrar la impresión que causaría a los jóvenes aquel rostro, parecido al de las mujeres víctimas de quemaduras o con la cara rajada a navajazos. Pero según comprobé, las huellas de esa violencia, lejos de provocar reacciones iracundas, sólo enfatizaban el coraje de la protagonista por poner en riesgo su propia vida. No es fácil explicarle a un adolescente que el amor no es ciego. O que, a veces, aquello que llamamos amor es tan sólo una oscura atracción que conduce a la desdicha.

Hoy se celebra el día internacional contra la Violencia de Género, y el titular más destacado es que los maltratadores jóvenes han aumentado un 75% y que un 30% de las víctimas tiene menos de 30 años. La agresividad, léase chulería, fuerza o bronca, se considera un atributo masculino muy atractivo para los chavales. Y a las chicas - lo presencié en aquella sala de cine-un chico que llora a moco tendido viendo Romeo y Julieta les provoca una sonora carcajada. Por todo ello, aplaudo la campaña del Institut Català de les Dones i de la Conselleria d ´ Educació: "Talla amb els mals rotllos". Sí, es clave la educación en la igualdad, eje prioritario contra la violencia de muchos hombres hacia sus parejas o ex. Nadie debería dejarse someter y esta sociedad, desde todos los estamentos, tiene que ofrecer las herramientas para sustituir la dependencia por el vínculo promocionando el respeto y la dignidad del ser humano, al margen de su sexo, raza o condición social. Y por supuesto castigando con severidad a quien transgrede la ley. Pero igual de crucial resulta la reeducación en el amor y su relación con el sufrimiento: desprestigiar de una vez a los amantes que no gozan sin dificultad, e incluso tortura, anunciando con trompetas una pasión, puro masoquismo, que acaba arrugando el placer y la dicha. Que destruye.

He acompañado a varias mujeres maltratadas en un periplo que va de la negación a la reconstrucción de su identidad, pasando por el refugio eventual en el frío de las casas de acogida donde, como primer paso, las desprograman de sus verdugos. Ellas me han contado que su biografía de maltratadas no empezó con la primera bofetada, sino en pleno noviazgo. Y puedo certificar que su mayor aprendizaje consiste en una nueva declinación del verbo amar que excluye a tipos peligrosos de su vida, sean primates, vampiros u hombres lobo, porque ¡cuánta miseria y perversión se esconden bajo la coartada del amor!

25-XI-09, Joana Bonet, lavanguardia