´Una obviedad´, Montserrat Domínguez

Cualquier chica de 16 años puede interrumpir su embarazo con o sin el consentimiento de su padres, porque la decisión sólo se comparte si la mujer así lo quiere. Y así se lleva haciendo desde hace siglos; con agujas de tejer, con hierbas o ungüentos, en hospitales públicos, en clínicas privadas, en Londres o en habitaciones clandestinas de barrios marginales. Lo hacen las mujeres de 26, 36 o 46 años. La gran diferencia es que, a partir de cierta edad, esas mujeres tienen un conocimiento, discernimiento, acceso a información, a medios y a apoyo bastante mayor: por eso es bueno que una chica, una adolescente al fin y al cabo, pueda tener ayuda, apoyo y medios para tomar la decisión que tome. Pero en cualquier caso, medie la ley o no, la decisión será suya. Personalmente, no concibo que se pueda obligar a una adolescente a tener un hijo contra su voluntad, de la misma manera que no concibo que se pueda obligara una hija a interrumpir su embarazo si ella no lo desea, y no crean que este supuesto es de ciencia ficción. Hay padres y madres de todos los colores, y aunque aceptemos que todos quieren lo mejor para sus hijas, no siempre esos deseos coinciden con los de esas chicas que entran a empellones en la edad adulta. En cualquier caso, es una intervención agresiva para el cuerpo y para la psique de quien se somete a ella: abortar es un trago amargo para cualquier mujer.

¿Es necesario repetir una obviedad semejante? Me da la impresión de que sí.

27-XI-09, Montserrat Domínguez, lavanguardia