entrevista a Finn Kydland, Premio Nobel de Economía 2004

Finn Kydland, premio Nobel de Economía 2004 por sus estudios de los ciclos económicos. Tengo 66 años: niéguenme sabiduría, pero no experiencia. Estoy orgulloso del fondo soberano del petróleo que compartimos todos los noruegos: mis seis hijos, mi mejor inversión afectiva, lo heredarán. Soy partidario del mercado libre, y si es libre es porque está bien regulado.

Estamos como estamos por olvidarnos de la historia...

¿De qué capítulo?

De aquel en que demasiada gente en demasiados sitios a la vez creyó demasiado tiempo que la vivienda no bajaría nunca de precio.

Se juraba que el ladrillo subía siempre.

Pues sólo con consultar las series temporales de precios de cualquier país hubieran visto que las viviendas también bajan.

¿Y ahora dónde estamos?

Territorio ignoto bajo los efectos de la mayor inyección de liquidez de la historia.

¿Y eso ha sido bueno?

Ha evitado el cataclismo, pero no sé si nos ahorrará una larga crisis. De todos modos, le advierto que los economistas sólo acertamos el futuro cuando nos callamos.

¿Qué está fallando?

Se etiquetó a los grandes bancos como "demasiado grandes para caer" y después se les inyectó sin condiciones cantidades ingentes de dinero público hasta evitar su quiebra.

¿Había alternativas?

Se les podía haber dado el mismo dinero pero haciéndoles cumplir, a cambio, una nueva regulación que evite que repitan en el futuro los mismos errores e ineficiencias que los han llevado a la ruina.

No sé si al final se les hará cumplir.

En cualquier caso, lo peor es la trayectoria errática que sigue el Gobierno Obama: salvaron Bear Stearns, pero no salvaron Lehman Brothers... ¿Por qué?

¿. ..?

No ha sido consistente, y un gobierno en una situación de emergencia debe ser, ante todo, previsible: no dar más sorpresas de las que ya nos da la realidad. Debe ser una referencia de seguridad para combatir la incertidumbre y no aumentarla.

¿Y qué aumenta la incertidumbre?

Poner en marcha la máquina de fabricar dinero puede ser más o menos fácil, pero nunca es gratis: alguien acaba pagándola. Así, la deuda del Estado ha crecido espectacularmente para el rescate de los bancos e industrias en quiebra. Y la incertidumbre es: ¿quién va a pagarla?

¿No era peor dejar simplemente que quebraran bancos y empresas?

Lo ineficaz debe quebrar para que no quiebre el sistema. Algunos bancos y empresas ineficientes han sido salvados este año por los paquetes de estímulo, lo que prolonga su agonía y lastra la recuperación.

¿Fabrican coches que nadie quiere?

Es un derroche que entorpece la sustitución de las viejas tecnologías ineficaces por las nuevas y eficaces que sí generan empleos.

Las subvenciones salvan trabajo.

El Gobierno debe invertir sus recursos en ayudar a que los trabajadores y el talento migren de sectores no competitivos a los que sí lo son, yno frenar ese proceso subvencionando lo que nunca volverá a ser eficaz.

¿Qué sectores son los nuevos?

No lo sé, pero es que el Gobierno tampoco. Y, además, tiene más intereses políticos que yo, lo que le impide acertar seguro.

Entonces, ¿quién sabe cómo innovar?

 
Los inversores que arriesgan su dinero son los que tienen más incentivos para saber dónde obtendrán más beneficios.

¿Cómo ayudar a lo nuevo?

Creando las condiciones para que esos inversores, que sí saben dónde está la innovación que creará nuevos empleos, tengan la seguridad de que ganarán invirtiendo.

¿Cómo?

Ofreciendo previsibilidad monetaria y fiscal, no restándola. Piense que esas inversiones tecnológicas se realizan a 3, 5, 10 años antes de obtener beneficios. Si la deuda estatal aumenta, tendrán también que subir los impuestos Y esos impuestos saldrán - sobre todo-de futuros beneficios empresariales.

Da que pensar.

Cuando usted calcula una inversión de millones a cinco años, también calcula los impuestos que pagará, y si sabe que los van a subir para pagar las subvenciones a bancos y empresas ineficientes..., ¿no se lo pensará usted dos veces antes de arriesgar?

Mientras, la gente tiene que consumir.

 
El consumo no crea empleo a largo plazo; sólo la innovación lo genera y sin inversión inteligente - que sólo pueden hacer esos inversores-no hay innovación tecnológica.

No es usted muy optimista.

Sólo estoy preocupado, porque cuando veamos que, por mucho que los subvencionemos, al final nadie compra determinados coches americanos, por ejemplo, los sindicatos empezarán a pedir que se restrinjan las importaciones de automóviles asiáticos, y ese proteccionismo sería el principio - siempre lo es-de una larga recesión.

¿Qué me dice de España?

No sé lo bastante para decir nada serio.

Algo sabrá.

Sé que rozan el 20 por ciento de paro.

Por ahí andamos.

En Estados Unidos sería una catástrofe social, pero aquí tienen ustedes una red familiar que absorbe ese choque traumático.

¿En EE. UU. la familia no les cubre?

No como aquí. En general, allí nadie vuelve a vivir con su familia - y no se cuenta con ella-aunque pierda el empleo. En España sí que les amparan los parientes y donde antes entraban tres sueldos ahora viven con dos.

O con uno.

No sé qué va a pasar - nadie lo sabe-,pero estoy convencido de que el mejor modo de superar un mal presente es trabajar por un buen futuro.

"Dejad quebrar a las empresas ineficaces y apoyad a los emprendedores - que saben dónde invertir-y a los desempleados a migrar a sectores innovadores". Esa es la receta para gobernantes que Finn Kydland contrasta en el Campus de Excelencia 2009 en Madrid con otros Nobel, como Becker o Aumann. Finn admite que los economistas son tan malos prediciendo el futuro como cualquiera, pero "los buenos pueden mejorarlo". Y pone de ejemplo, por sus inversiones a largo plazo, el fondo soberano noruego del petróleo, propiedad de todos los noruegos y modelo de ética y eficacia - aunque cambien los gobiernos-,que será heredado por sus hijos frente al derroche del oro negro en otras latitudes.

4-XII-09, Lluís Amiguet, lavanguardia