´La raya y los minaretes´, Francesc-Marc Álvaro

Es lo mismo que ocurre con asuntos como el del pañuelo de las mujeres musulmanas. La primera cuestión que debemos responder en Occidente es la siguiente: ¿dónde ponemos la raya? Mucho se ha escrito y hablado ya del referéndum suizo sobre los minaretes, pero siempre volvemos a un punto inevitable: ¿qué debe aceptar y qué debe rechazar una sociedad abierta, pluralista, democrática y regida por la ley civil y el respeto a los derechos humanos? En el caso del pañuelo (no de la burka ni de otras prisiones textiles que criminalizan el cuerpo y el rostro femeninos) no pienso - ya lo expliqué otras veces-que debamos prohibir su uso, salvo en algunos casos vinculados a cargos o funciones públicas. Mi tesis es que debemos batallar sólo contra aquellas costumbres, comportamientos y reglas que ponen en crisis los fundamentos de nuestra sociedad y tratan de destruirlos. El pañuelo no atenta contra nuestros valores básicos, en cambio sí lo hace - por ejemplo-que un médico masculino no pueda visitar a una mujer musulmana, o que los padres de unas niñas de esta religión exijan horarios separados en la piscina municipal, oque una familia impida la escolarización obligatoria de sus hijos.

Los suizos, de manera democrática, han dicho que una de sus rayas rojas es la presencia de minaretes en el paisaje. La opción es muy discutible, dado que se trata de una parte de las mezquitas. ¿Por qué los minaretes (la parte) no y las mezquitas (el todo) sí? Es como si alguien aceptara las iglesias católicas, pero, a la vez, exigiera la eliminación de las cruces que aparecen en sus fachadas y tejados. Si la libertad religiosa - y Suiza ha sido un país ejemplar en este terreno-ampara y protege los templos de todas las confesiones, no se acaba de comprender que se introduzcan unas excepciones que nada tienen que ver con las normas urbanísticas y de seguridad normales. Las quejas de los fieles musulmanes ante esta amputación de sus templos están justificadas, puesto que los coloca en una posición de objetiva discriminación con respecto a los que profesan otras creencias.

No ignoro el carácter político y explícitamente invasivo que se desprende de varias corrientes de la fe musulmana, no de todas. Como no ignoro que determinados entornos del islam europeo rechazan los valores de la sociedad que los acoge. Pero debemos hilar muy fino para no confundir a los moderados con los extremistas. Y para que podamos argumentar con razón en los debates importantes sin habernos gastado en discusiones que pueden ser anecdóticas, y que pueden disolver - de rebote-nuestros principios más apreciados. Muchos suizos sostienen que los minaretes son una realidad que borrar de sus calles, pero uno no sabe si el problema de fondo lo tienen con la arquitectura ocon la religión. No deberíamos equivocarnos al colocar la imprescindible raya.

4-XII-09, Francesc-Marc Álvaro, lavanguardia