´Afganistán: la opción bizantina´, Edward N. Luttwak.

¿Qué harían los bizantinos, cuyo  imperio sobrevivió históricamente a todos los demás, en la cuestión de Afganistán, país de excesivo coste para quedarse en él y cuyo abandono a su suerte resulta una opción demasiado arriesgada?

En parangón con el enfoque típico del imperio romano del presidente Barack Obama consistente en enviar más tropas y gastar más dinero, tal vez los bizantinos enviarían (si acaso) escasas tropas para armar por el contrario a los tayikos, hazaras y uzbecos contra los talibanes, que en su mayoría (mira por dónde) son pastunes... Tal fue la salida o fórmula habitual ante el caso de áreas turbulentas y carentes de valor donde no cabía recaudar impuestos pero de las que ellos querían valerse para parar los pies a sus enemigos.

La cuestión es que no va a constituir, en el caso que nos ocupa, un ejemplo trillado y banal del divide y vencerás;básicamente, porque un país unido llamado Afganistán no existe, pero sobre todo porque el objetivo y propósito en cuestión no sería en absoluto el de gobernar, sino únicamente el de impedir que lo hagan los talibanes... Tampoco serían menester grandes dosis de dotes persuasivas. Los hazaras chiíes de Afganistán deben hacer frente a los talibanes, que les tienen por herejes, en tanto que los tayikos y uzbecos, que pueden abrigar puntos de vista religiosos tan radicales como los talibanes, rechazan el dominio pastún. Aunque a decir verdad tampoco es menester invocar el buen juicio y prudencia bizantinos, ante la vana objeción de que Al Qaeda y los terroristas de diversa laya procederían a procurarse sus correspondientes bases en alguna de las áreas controladas por los talibanes, porque los terroristas no necesitan bases; no les hicieron falta en los casos del 11-S, Fort Hood, 11-M o 7-J.

Los bizantinos se esforzarían mucho más, en su caso, para garantizar la fórmula en cuestión mediante el empleo de diversos y variados métodos diplomáticos con los distintos vecinos de Afganistán.

En su época, los bizantinos convencieron a su gran rival, el imperio sasánida, de la conveniencia de desglosar el coste de guarnecer adecuadamente las rutas de paso del Cáucaso para cortar el paso a los invasores. En nuestros tiempos, tanto el Uzbekistán laico al otro lado del río que lo separa de Afganistán como, más allá, su patrono ruso, amenazado como está por elementos islamistas internos, quieren asimismo impedir que los talibanes dominen Afganistán. Por consiguiente, cabe señalar que los bizantinos solicitarían al menos algún tipo de cooperación de su parte para ayudar a armar a los hazaras, tayikos y uzbecos: armas y municiones de los rusos, transporte desde Uzbekistán. Ello ahorraría, de hecho, mucho, muchísimo dinero que ni los gobernantes uzbecos ni los rusos van probablemente a rechazar; además, a diferencia de Estados Unidos, no pueden retirarse a miles de kilómetros de distancia.

En el caso de Pakistán no cabe prever tal tipo de cooperación. Los talibanes fueron pagados y armados - si no abiertamente creados-por los servicios de inteligencia pakistaníes (ISI), por entonces núcleo duro de las fuerzas armadas que, a su vez, gobernaron el país de forma dictatorial. El intento de convertir Afganistán en una colonia pakistaní de hecho mediante la conquista talibán de todo el país casi se alcanzó el 11-S, cuando la presencia coyuntural de Al Qaeda - que no secundaba un objetivo estratégico de Pakistán, sino que meramente deseaba contentar a los islamistas-provocó la invasión estadounidense que destruyó a los talibanes yde paso la participación de los servicios de inteligencia pakistaníes. La enfurecida administración Bush reclamó a Pakistán su cooperación para atacar a los talibanes y encontrar a los efectivos de Al Qaeda; y le pidió también que eliminara a los elementos fanáticos en el seno del ISI, con resultados indudablemente desiguales.

A juzgar por los últimos resultados electorales, la mayoría de los pakistaníes se ha hartado de los islamistas, con su violencia constante y su permanente discurso declamatorio (indudablemente, otro signo de los tiempos: el presentador del programa de entrevistas más popular del país es un travesti postislámico). Pero, en lo concerniente a la intromisión en Afganistán, a las operaciones terroristas contra objetivos indios y al enorme gasto militar del país, el oficial pakistaní de signo islamista que comparte causa común con los servicios de inteligencia es sin duda el elemento responsable de la situación y pasa desdeñosamente por alto las preferencias de los presidentes electos, primeros ministros y diputados del país, por no hablar de la opinión pública. En consecuencia, prescindiendo de lo que querrían los pakistaníes en general, Pakistán seguirá haciendo cuanto esté en su mano para sabotear la fórmula bizantina, reforzando a los talibanes cuanto sea posible.

Hasta ahora, el suministro de armas y munición de los talibanes proviene de territorio pakistaní; el Irán chií sólo aporta esporádicamente suministros a los talibanes asesinos de chiíes cuando el interés de hacer daño a Estados Unidos prevalece sobre el interés mucho mayor, a largo plazo, de evitar que los talibanes ultrasuníes gobiernen Afganistán.

Los bizantinos emplearían un sencillo método para neutralizar la inevitable reacción pakistaní. En sus días, la llegada de un nuevo enemigo a sus fronteras - fueran jinetes hunos, ávaros, búlgaros o magiares de la estepa que llegaron al Danubio o bien los persas, árabes, y seléucidas que sucesivamente atacaron la frontera oriental - dio lugar al inicio de misiones diplomáticas para hallar otras potencias susceptibles de ser persuadidas de atacar a los peligrosos recién llegados por retaguardia. En un famoso episodio, un enviado bizantino viajó con gran peligro hacia el este a través de Asia Central para visitar al gobernante del primer gran imperio túrquico, al que persuadió oportunamente de que avanzara hacia el oeste para atacar al rival imperio persa por retaguardia.

Tampoco serían menester, por cierto, largos viajes para topar con el inevitable aliado indio, factor actual de importante ayuda económica, apoyo político y labor de inteligencia en la lucha contra los talibanes. El Gobierno indio se opondría resueltamente a la fórmula bizantina; por lo que a India se refiere, es una buena noticia que Estados Unidos emplee muchas tropas con un coste de muchos miles de millones de dólares para luchar contra los talibanes (entiéndase Pakistán). Pero, una vez que Estados Unidos adoptara la fórmula bizantina y retirara sus fuerzas, no le quedaría otra alternativa a India más que la de incrementar sus propios esfuerzos. Ya antes del 11-S, la Alianza del Norte de tayikos y uzbecos se aferró auna delgada rebanada del norte de Afganistán contra las fuerzas de los talibanes armados y entrenados por Pakistán mediante dinero y armas tanto indias como iraníes. En la actualidad India tampoco podría permitir en absoluto que Pakistán convirtiera a Afganistán en su colonia, y lo que unos cuerdos y sensatos Estados Unidos bizantinos ya dejarían de hacer, India se vería obligada a hacerlo mediante el envío de asesores e instructores militares, si no de unidades de combate completas.

Un Afganistán abandonado, incluso si se mantiene un equilibrio de fuerzas de forma positiva, no resultaría un atractivo espectáculo, pero la estrategia, ya sea bizantina o de otra naturaleza, no es un oficio que dependa precisamente de los sentimientos. Ni aun la singular condición hegemónica de Estados Unidos puede superar la completa falta de estrategia que descuida a toda Latinoamérica, Europa, Rusia, Japón y una China en implacable auge en el empeño de ganar guerras en lugares como Iraq y Afganistán.

 

8-XII-09, Edward N. Luttwak, experto del Centro de Estudios Estratégicose Internacionales (CSIS) de Washington, lavanguardia